La escasez y la inflación frustran a los cubanos que luchan por salir adelante
Julia Sardiñas se levantó temprano para poder llegar a una tienda de comestibles en la capital de Cuba a las 6 de la mañana.
Después de siete horas de cola, logró su objetivo: la compra de dos botellas de plástico de 1 litro de aceite de cocina por las que pagó 48 pesos cubanos – 2 dólares – cada una.
“Estuve muchas horas de pie; hay que esperar el turno para poder entrar por dos botellas, pero ya es algo”, dijo la jubilada de 65 años.
La compra de alimentos se ha convertido en una lucha cada vez más costosa y ardua para muchas personas en un país donde la pandemia, la producción ineficiente, los controles gubernamentales y las sanciones económicas de Estados Unidos han agravado una crisis económica.
La drástica caída de los ingresos cruciales del turismo causada por la COVID-19 ayudó a que el gobierno adoptara el año pasado reformas que llevaba tiempo considerando. Entre ellas, la eliminación del ineficiente sistema de doble moneda que había convertido al peso local -en el que se pagaba a la mayoría de los cubanos- en una especie de moneda de segunda clase. Había sido un primo pobre del “peso convertible” utilizado por los turistas, las personas que trabajaban con ellos y los que recibían dinero de familiares en el extranjero.
La adopción de una moneda única para todos, junto con la escasez, condujo en pocos meses a un fuerte aumento de los precios de muchos bienes que no se correspondía, al menos para la mayoría, con el aumento simultáneo de los salarios.
Y como el gobierno ha tenido problemas para producir o importar todos los bienes necesarios, también provocó la aparición de un mercado negro, en el que la gente paga un sobreprecio por los dólares o por los artículos escasos.
Esto ha llevado a limitar las compras individuales. La tienda estatal donde Sardiñas compró su aceite escaneó su documento de identidad para asegurarse de que no compraba más de dos a la vez.
Los problemas han alimentado una sensación de inequidad entre muchos que es especialmente amarga en un sistema socialista que se enorgullece de una distribución relativamente igualitaria de los bienes.
“Es imposible mantener a mi familia con mi salario”, se quejó Marcia Ochoa, una trabajadora estatal que dijo que gana 2.400 pesos -100 dólares a la tasa oficial- cada mes y que vive con su marido y sus ancianos padres.
Dijo que dependía del dinero que le enviaba su hijo en Estados Unidos para poder comprar cosas como jabón, champú y comida.
La vida se complicó cuando la administración del ex presidente estadounidense Donald Trump endureció las sanciones económicas a Cuba en noviembre de 2020 y bloqueó las remesas a través de Western Union.
Su hijo solía enviarle unos 100 dólares al mes a través de Western Union. “Podía ir a una tienda a comprar y resolver muchos problemas”.
Con esas casas de cambio cerradas, ella depende de los visitantes que traen el dinero de su hijo y recientemente consiguió unos 70 pesos por dólar en el mercado informal, casi tres veces la tasa oficial. Esa tasa del mercado negro durante la semana pasada subió aún más, a cerca de 100 a 1.
Para ayudar a hacer frente a la escasez y a la entrada de divisas, el gobierno también ha ampliado una red de tiendas de divisas que suelen estar mejor abastecidas pero son mucho más caras que las tiendas normales. Ahora aceptan tarjetas de débito vinculadas al dólar, aunque no dinero en efectivo. Los cubanos pueden utilizar euros o dólares canadienses para comprar estas tarjetas.
Pero las largas colas son ahora comunes tanto en las tiendas de moneda local como en las de moneda fuerte, donde productos que van desde el jabón hasta los frijoles o el pollo tienden a aparecer de repente y a desaparecer rápidamente.
Eso ha llevado a un creciente mercado negro, ya que la gente especula comprando lo que puede y revendiéndolo días después cuando aumenta la escasez.
En las últimas semanas, el precio de la leche en polvo alcanzó unos 40 dólares el kilo (18 dólares la libra) en el mercado negro
“Hay muchos factores (para el aumento de los precios), pero el principal es la caída de la oferta de bienes y servicios”, dijo el economista Omar Everleny Pérez.
El propio gobierno ha reconocido que la inflación es un problema grave.
El ministro de Economía, Alejandro Gil, dijo que los precios en general subieron alrededor de 70% en 2021, aunque los aumentos de algunos bienes claramente han sido mucho mayores.
Un cartón de 30 huevos costaba 150 pesos -6 dólares- el año pasado, pero ahora están a 400 pesos en el mercado negro. Un paquete de salchichas que costaba 40 pesos está ahora a 118 incluso en las tiendas oficiales. La carne de cerdo que costaba 40 pesos la libra ahora se vende a 200.
“En el país es el tema de mayor debate y preocupación”, dijo Gil recientemente en la televisión estatal. “Estamos permanentemente buscando alternativas dentro de nuestras posibilidades”.
Dijo que el problema se debe a “un déficit de oferta”, dada la limitada producción nacional, que “trae consigo la especulación y la reventa” de bienes.
Aun así, señaló que los precios de la electricidad, las comunicaciones y las raciones de productos básicos subvencionados se habían mantenidoconstante, aunque las raciones se hayan reducido en los últimos años.
La inflación y la escasez fueron las quejas más citadas entre los cubanos que salieron a la calle en protestas casi sin precedentes el pasado julio.
Aunque el gobierno ha permitido más empresas privadas en un sistema que antes estaba casi totalmente controlado por el Estado, muchos economistas dicen que debe ser aún más flexible, por ejemplo, permitiendo más exportaciones e importaciones y permitiendo que más profesionales trabajen de forma privada. Algunos instan a una mayor automatización de las empresas estatales, que se calcula que emplean al 70% de los trabajadores cubanos.
“Hay muchos desequilibrios macroeconómicos a corto plazo que están estrangulando a una parte de la población y de las empresas”, dijo Oscar Fernández, economista de la Universidad de La Habana.
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Andrea Rodríguez está en Twitter: www.twitter.com/ARodriguezAP