Uma Thurman se merece algo mucho mejor que la penosa ‘Sospecha’

 Uma Thurman se merece algo mucho mejor que la penosa ‘Sospecha’

¿Qué se parece a la televisión de prestigio, suena como la televisión de prestigio y actúa como la televisión de prestigio, pero en realidad no es más que una copia melodramática que finge tener pensamientos serios en su cabeza? Eso sería Sospecha, la nueva adaptación en inglés de Apple TV+ de ocho partes de la serie israelí Falsa Bandera de Israel, que alterna entre el absurdo y la seriedad. Pero si eso no fuera suficiente, esta producción británica encabezada por Uma Thurman y Noah Emmerich es también interminablemente aburrida, dando pistas falsas sobre su misterio central con toda la gracia de un martillo neumático y la intriga de una charla TED.

Sospecha (4 de febrero) trata del secuestro de Leo Newman (Gerran Howell), heredero del trono de la empresa de relaciones públicas Cooper Union de su madre Katherine (Thurman). Este secuestro tiene lugar en el Hotel Park Madison de Manhattan por un grupo de delincuentes que llevan máscaras de la familia real británica y meten al pobre Leo en una maleta para que pase la seguridad. Como Katherine está en el punto de mira de la opinión pública debido a su inminente nombramiento como embajadora de Estados Unidos en el Reino Unido, la desaparición de Leo se convierte en una noticia internacional instantánea. Encargada de encontrarlo a él y a sus agresores, la agente principal de la Agencia Nacional del Crimen, Vanessa Okoye (Angel Coulby), se pone rápidamente a investigar a un grupo de sospechosos junto con el agente del FBI Scott Anderson (Emmerich), quien constantemente se eriza ante el manejo del caso por parte de Vanessa.

Dado que no sabemos nada de Leo, es imposible preocuparse activamente por su bienestar; es simplemente un peón narrativo en Sospechade la historia. Lo mismo puede decirse de Katherine, a la que Thurman encarna con una autoridad regia durante su escaso tiempo en pantalla durante los primeros episodios de la serie. Con Katherine confinada en gran medida a la periferia -negando así nuestro compromiso con su angustia maternal- el director de la serie, Rob Williams, fija su atención en un cuarteto que Vanessa y Scott creen que podría ser responsable de esta calamidad: Aadesh (The Big Bang Theory‘s Kunal Nayyar), un aspirante a analista de seguridad tecnológica que vive infelizmente con el clan de vendedores de alfombras de su mujer; Tara (Elizabeth Henstridge), una profesora de la Universidad de Oxford que intenta mantener una relación con su hija pequeña; Natalie (Georgina Campbell), una futura novia muy unida a su hermana Monique (Lydia West); y Sean (Elyes Gabel), una especie de mercenario en la sombra aficionado a las pelucas y con aptitudes para la violencia.

Estos cuatro desconocidos británicos estaban en el hotel Park Madison el día en que Leo fue secuestrado. Además, cada uno tiene un vínculo con Katherine: Aadesh estaba intentando conseguir un trabajo en Cooper Union (a quien había hackeado, para demostrar su destreza en ciberseguridad); Tara estaba aceptando una donación en nombre de Oxford por parte de Cooper Union, a pesar de que previamente había hecho olas al acusar a la universidad de aceptar un soborno de Katherine a cambio de la admisión de Leo en la escuela; y Natalie está involucrada en un esquema de lavado de dinero absurdamente incoherente que también tiene vínculos con la empresa de Katherine. Y en cuanto a Sean, bueno, es un asesino misterioso cuyos motivos son opacos. Así, Sospecha presenta a todos sus protagonistas como potencialmente culpables desde el principio, y luego se dedica a sembrar nuevas e incesantes semillas de duda, ninguna de las cuales llega a buen puerto, porque cada mirada de desconfianza y cada acción sospechosa de sus personajes es un engaño transparente.

Para mantener el suspenso del juego de adivinanzas, Williams mantiene ocultos detalles cruciales sobre Aadesh, Tara, Natalie y Sean, y el efecto de esa estrategia es convertirlos en cipreses bidimensionales que han sido diseñados únicamente como dispositivos narrativos. Sospecha oscila sin cesar entre la presentación de sus personajes como gente común inocente y atormentada, y villanos conspiradores encubiertos. Sin embargo, en ambos casos, no parecen personas auténticas ni por un segundo. Los esfuerzos por crear tensión a partir de su peligrosa situación se quedan en nada, al igual que los intentos de crear una relación romántica entre Sean y Tara.

Más problemático aún es el hecho de que SospechaEl escándalo central de Sospecha nunca parece especialmente importante o apasionante, a pesar de que la serie retrata a Katherine como una celebridad de primera plana. La idea de que una empresa de relaciones públicas tenga este tipo de reconocimiento global masivo suena falsa, al igual que las eventuales protestas que recorren Londres y Nueva York una vez que los secuestradores-secuestradores comienzan a emitir vídeos de rescate en los que exigen que Katherine “diga la verdad”. Por otra parte, la inverosimilitud es endémica en esta historia, tanto si se trata de Natalierobando información del ordenador de su empleador gracias a la risible idiotez de su colega, Sean asesinando a un adversario empalando su cabeza en los pinchos de un puente elevado, o Monique eligiendo comunicarse y reunirse con el contacto anónimo de su hermana en el hampa.

SospechaLa torpeza general de la película se extiende a los diálogos cargados de exposición en los que cada uno resume sus sentimientos, circunstancias y miedos obvios, y a las actuaciones que se quedan deliberadamente en la superficie para ocultar las verdaderas motivaciones y actitudes. A mitad de su investigación, Vanessa y Scott descubren a otro sospechoso, Eddie Walker (Tom Rhys Harries), un estudiante de Oxford que estaba cerca del hotel Park Madison la noche de la desaparición de Leo y que no tiene una coartada fiable. La introducción de Eddie, sin embargo, no hace más que exacerbar el hábito del material de hacer que los personajes se comporten de forma dudosa un segundo, y luego despistados e indefensos al siguiente. El director de la serie, Williams, se entrega a una serie interminable de manipulaciones poco convincentes y, al cabo de un tiempo, todo empieza a parecer una parodia o, al menos, una pantomima de sus predecesores.

Si fuera capaz de generar un mínimo de amenaza vertiginosa, o una sensación de importancia, esta lenta trama podría haber sido más tolerable. Desgraciadamente, a pesar de una serie de tiroteos, persecuciones, disfraces y operaciones encubiertas -muchas de ellas filtradas a través de las imágenes de vigilancia de las cámaras de seguridad utilizadas por las fuerzas del orden para seguir a sus presas-.Sospecha avanza sin prisa. Peor aún, sus eventuales revelaciones son de una variedad de sermones que tienen que ver con temas candentes al azar. En torno a las conexiones familiares, el activismo político y la ruin conducta empresarial, Sospechaparece haber sido sacada de un sombrero, sobre todo teniendo en cuenta lo poco relacionados que están con la mayoría de sus protagonistas. Independientemente del margen de maniobra que la serie se deja para una posible segunda temporada, mi propia sospecha es que la mayoría se preguntará por qué esta primera se puso en marcha en primer lugar.

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