El Pentaverato’ de Mike Myers es una vergonzosa mala interpretación de las teorías de la conspiración
La idea de El Pentaverato se remonta a 1993, y su humor también. Basado en un riff de la película de 1993 Así que me casé con un asesino del hacha, la serie de seis partes de Mike Myers en Netflix (que se estrena hoy) es un regreso a la antigua Saturday Night Live de la estrella Peter Sellers, dándole la oportunidad de interpretar una variedad de personajes dispares con caras maquilladas con prótesis y acentos exagerados. Se trata de una rutina que en su día le reportó grandes beneficios a través de la Austin Powers pero ha sido DOA desde la desastrosa película de 2008 El Gurú del Amor. No obstante, el tiempo no ha mermado el entusiasmo de Myers por esta particular marca de tonterías, lo cual es desafortunado dado que su última es un cansino compendio de personajes a medio formar, débiles comentarios sociales y tantos chistes de penes y caca dignos de gemidos que es difícil creer que el protagonista fue una vez el mejor cómico de Hollywood.
El Pentaverato tiene que ver con una sociedad secreta formada por cinco hombres que gobiernan el mundo, aunque su secretismo parece no coincidir con el hecho de que organicen una reunión anual en Suiza llamada The Meadows a la que asisten las luminarias más influyentes del planeta, como la Reina de Inglaterra, Oprah Winfrey, Elon Musk y Bill Gates. Independientemente de esta desconcertante discrepancia, los Pentaverate destacan por ser “simpáticos”, como se explica en las introducciones de los créditos narradas por un Jeremy Irons cada vez más irritado. Esta cábala de titiriteros está formada por el aristócrata británico Lord Lordington, el oligarca ruso Mishu Ivanov, el director de rock and roll estadounidense Shep Gordon, el magnate australiano de los medios de comunicación Bruce Baldwin y el gurú de la tecnología stoner Jason Eccleston, el último de los cuales ha muerto recientemente en circunstancias misteriosas. Así, al principio de la serie, se recluta a un nuevo miembro: El Dr. Hobart Clark (Keegan-Michael Key), un científico a punto de resolver la fusión fría y, con ella, el cambio climático.
Salvo el Clark de Key, todos estos personajes están interpretados por Myers, que también encarna al protagonista de la serie, Ken Scarborough, un periodista de la televisión canadiense cuyos informes anticuados han puesto en peligro su trabajo. El canal para el que trabaja Ken se llama CACA News Toronto, lo que es emblemático del nivel en el que El Pentaverato opera, repartiendo chistes escatológicos con un gusto desconcertante. Desde la visión de Sasquatch defecando en un pasillo, hasta los subsiguientes casos de humor de retrete y los chistes de una sola línea sobre tener que “dejar a los niños en la piscina”, el programa rellena cada uno de sus episodios de 30 minutos con basura del más bajo denominador común ostensiblemente dirigida a los hombres-niños. Esos espectadores son también el público objetivo de sus desvíos hacia el territorio de los adultos más descarados, sobre todo con una secuencia de cierre de la instalación con desnudos masculinos borrosos que se inspiran en la escena que oculta los genitales del original. Austin Powers: El Hombre Internacional del Misterio.
Bastantes elementos dispersos El Pentaverato recuerdan a las películas de espías de Myers, pero la falta de originalidad es un problema menos acuciante que la ausencia total de inspiración. Desesperado por conseguir una noticia impactante que le mantenga empleado y relevante, Ken se une a la camarógrafa Reilly (Lydia West) para visitar una convención de teorías de la conspiración en la que conocen a Anthony Lansdowne (también Myers), un chiflado de New Hampshire que no para de hablar de los correos electrónicos de Hillary, del hecho de que los pájaros no son reales y de otras locuras que vende su querido ídolo radiofónico Rex Smith (también Myers). Anthony informa a Ken y a Reilly de la existencia del Pentaverato, y juntos, este trío se embarca en un viaje para infiltrarse en el grupo, que al mismo tiempo está lidiando con una calamidad propia: un asesino en medio de ellos que sigue matando a sus asociados.
Tras años de pequeños papeles ocasionales en películas como Inglorious Basterds y Bohemian Rhapsody, Myers vuelve a las andadas en The Pentaveratey, desde luego, no ha perdido su don para asumir formas muy divergentes. Lo que no tiene, sin embargo, es su dedo en el pulso. En colaboración con el director Tim Kirkby y los guionistas Roger Drew y Ed Dyson, la historia de Myers se siente atrasada en cuanto a su crítica a la desinformación desenfrenada del siglo XXI, haciendo chistes sobre Bengasi y el Pizzagate que ya tienen unos cuantos años de antigüedad, así como haciendo un chiste sobre Vladimir Putin que es tan inapropiado como su material a favor de la diversidad.porque, como ven, los pentavertidos son todos viejos blancos. Nuestra actual realidad empapada de teoría de la conspiración ya ha sido burlada hasta la saciedad (véase, por ejemplo, el año pasado, muy similar Inside Job), y Myers y compañía no encuentran ningún ángulo novedoso con el que atacarla, sino que hacen referencia a noticias falsas conocidas mientras hacen malabares con una colección de tramas poco convincentes.
“La historia de Myers se siente atrasada en términos de su ataque a la desinformación desenfrenada del siglo XXI, haciendo bromas sobre Bengasi y el Pizzagate que son por lo menos un par de años atrás en este punto…”
Todo sobre El Pentaverato es rancio. Hay dos débiles guiños a Stanley Kubrick, uno de ellos un grito abierto (en relación con la llegada a la Luna) y otro un La chaqueta metálica homenaje. Hay numerosas menciones a un reto viral de Internet conocido como “Kiss the Star” que consiste en poner los labios en el ano (los niños lo llaman “¡un trabajo de borde de origen local!”). Hay un superordenador conocido como Mentor que parece un imbécil de Massachusetts (“Básicamente, soy muy inteligente”). Hay un momento cursi en el que Myers repite su interpretación de (y simultáneamente se reúne con) Shrek. Incluso hay un chiste a costa de Donald Rumsfeld, y otro posterior que gira en torno a una camiseta de Bush-Cheney ’04, ambos transportados desde hace dos décadas. Añade un flujo constante de gags de juegos de palabras sin gracia que giran en torno a insinuaciones sexuales o a la enunciación de palabras extranjeras, y tienes un trabajo que, a pesar de su breve duración, sobrepasa con creces su capacidad.
Para ser justos, El Pentaverato tiene uno o dos momentos ingeniosos en la manga, como un cambio estético para denotar la diferencia entre Canadá y América, y un monólogo sobre la ilógica de frases como “ataque de tiburón no provocado” y “cajero automático”. Sin embargo, esos ejemplos son escasos en el transcurso de esta miniserie, cuya narrativa es escasa y desigual, y cuyos personajes no están lo suficientemente desarrollados como para que uno se preocupe por ellos (es decir, Ken y Reilly), ni imbuidos de una personalidad gonzo que pueda provocar risas reales (es decir, el resto de los papeles de Myers). En su mejor momento, Myers sabía cómo fusionar ambos elementos en un mismo héroe o villano, pero El Pentaverado es la confirmación de que el paréntesis de 14 años de la estrella en este tipo de empresas no le ha sentado bien.