IMBABA, Egipto (AP) – Para Mariam Habeib, el dolor parece no tener fin: Ha perdido a su hermana mayor, a dos sobrinas y a los tres hijos pequeños de una sobrina en un intenso incendio que envolvió una iglesia de la capital egipcia durante un reciente servicio religioso y en el que murieron 41 personas.
La comunidad cristiana copta es una de las más antiguas del mundo, y no es ajena a la tristeza. Los cristianos coptos ortodoxos, una minoría en Egipto, se han enfrentado en las últimas décadas a ataques mortales por parte de extremistas islámicos, a restricciones en la construcción de iglesias y a estallidos de violencia por motivos sectarios. La tragedia más reciente ha provocado una avalancha de simpatía en todo el país.
“Nuestro consuelo es que se fueron al cielo juntos como les gustaba estarlo en vida”, dijo Habeib sobre sus familiares, con lágrimas en el rostro.
Diecinueve de los muertos en el incendio del 14 de agosto eran niños. El incendio se produjo en la iglesia cristiana ortodoxa copta Martyr Abu Sefein, en el barrio de Imbaba, una de las zonas más densamente pobladas de Egipto. También resultaron heridas 16 personas, entre ellas cuatro policías y residentes que participaron en las labores de rescate. Las autoridades sanitarias señalaron que las víctimas se debieron a la inhalación de humo y a la estampida que se produjo al intentar escapar.
Según los fiscales, el incendio se produjo por un cortocircuito en el generador del edificio, una fuente de energía de reserva que la iglesia utilizaba durante los apagones habituales. El generador, dijeron, se incendió cuando volvió la corriente tras un apagón esa mañana.
Habeib vive en Shubra, otro barrio obrero densamente poblado de El Cairo. La mañana del incendio, dijo que iba de camino al trabajo cuando recibió una llamada de su hermano. Le dijo que había oído que había un incendio en Abu Sefein y que su hermana mayor, Magda Habeib, y sus hijas estaban allí. Pronto supo que las víctimas estaban siendo llevadas a un hospital cercano.
Cuando llegó, Mariam Habeib se encontró con lo que había temido durante la media hora de viaje hasta el hospital.
Su sobrino, Mina Atif, había reconocido los cuerpos de su madre, Magda, de dos hermanas, Irine y Mirna, y de las hijas gemelas de Irine, de 5 años, Barcina y Mariam. Recorrieron los pasillos en busca del niño de 3 años aún desaparecido. Entonces vieron a los trabajadores del hospital llevando un pequeño cuerpo envuelto en una sábana blanca. Resultó ser el cuerpo del pequeño de Irine, Ibram.
“Todos yacían inmóviles ante nuestros ojos”, dijo. “Los niños habían estado muy animados, como si supieran que su fin sería pronto”.
Habeib y su sobrino se derrumbaron incrédulos, dos entre las docenas de familiares que lloraban desconsoladamente en la morgue del hospital.
Aunque las autoridades descartaron que el incendio fuera provocado, el fuego -uno de los más mortíferos en Egipto en muchos años- suscitó un aluvión de preguntas sobre el sistema de respuesta a emergencias, los códigos de seguridad contra incendios y las restricciones a la construcción de lugares de culto para una de las mayores comunidades cristianas de Oriente Medio.
La Iglesia del Mártir Abu Sefein se encontraba en un espacio de 120 metros cuadrados (1.290 pies cuadrados) en un edificio de apartamentos reconvertido de cuatro plantas que se parece a otros edificios residenciales del abarrotado barrio construidos en gran parte sin planificación ni permisos. Sólo se reconocía como iglesia por un cartel sobre la puerta principal y una cruz de hierro en el tejado.
El Papa copto Tawadros II dijo que la iglesia, como muchas otras, es demasiado pequeña para el número de feligreses que atiende. Culpó a las restricciones gubernamentales sobre la construcción de nuevas iglesias e instó a las autoridades de Egipto, de mayoría musulmana, a trasladar las pequeñas iglesias existentes a nuevas ubicaciones o a permitir que se amplíen para dar cabida a un número cada vez mayor de personas.
Los límites a la construcción de nuevas iglesias han llevado a muchas congregaciones a convertir edificios residenciales en lugares de culto. En 2016, el gobierno del presidente Abdel Fattah el-Sissi promulgó la primera ley del país que establecía las normas para la construcción de una iglesia. Los críticos argumentaron que la ley no hizo nada para aliviar las restricciones anteriores.
Justo un día antes del incendio, el sábado, toda la familia había estado reunida en su reunión familiar semanal, a pocos pasos de la iglesia.
“Fue un día muy bonito, como si se estuvieran despidiendo”, dijo Michael Ayad, que está casado con Nermin, uno de los dos hijos supervivientes de Magda. También estaba presente el prometido de la hija menor de Magda, Mirna, de 22 años, estudiante universitaria. Ambos debían haberse casado este año.
Días después, Mina, el hijo de Magda, recibía a cientos de dolientes en la misma casa donde su familia había sido feliz días antes. Decenas de vecinos y familiares acudieron a recordar a los fallecidos, muchos hablando entre lágrimas.
Avecina de 40 años que se identificó como Um Azza, recordó cómo Magda Habeib fue de las primeras en tratar de resolver las disputas entre vecinos sin importar su religión, incluso los problemas matrimoniales.
“Todo el mundo en la calle está en deuda con ella por su generosidad”, dijo, luchando contra las lágrimas.
El marido de Magda había muerto hacía una década, pero la mujer de 61 años seguía viviendo en el mismo apartamento que la familia había habitado durante 30 años. Sus dos hijos menores, Mina y Mirna, vivían con ella. Sus dos hijas casadas, Nermin e Irine, vivían en el mismo barrio. El marido de Irine había muerto el año pasado de un ataque al corazón, dejándola como madre soltera de tres niños pequeños. Irine y sus hijos pasaron la noche del sábado, para ir a la iglesia con su madre a la mañana siguiente.
“Tante Magda solía decir: Irine y los niños son mi propósito para el resto de mi vida”, recuerda Ayad, utilizando el equivalente francés de tía. “Fueron a Abu Sefein para morir juntos”.