Eran los últimos días del verano, el calor pegajoso dio paso a una brisa vespertina con olor a jazmín, cuando entró mi madre desde el jardín, con las mejillas crispadas y los ojos, como decimos en árabe, encendiendo llamas. Podría decir. Ella estaba enojada. “No puedo, simplemente no puedo”, comenzó. “Juro por Dios que si […]Read More