El multiverso de Marvel es un concepto que, creativa y estratégicamente, permite la reinvención infinita y la proliferación masiva, ambos principios rectores de Spider-Man: No Way Home, una secuela gigantesca (en los cines el 17 de diciembre) que pone a la franquicia en un curso de realidades alternativas al expandirse para incluir no sólo a sus propios personajes sino también a los de la serie anterior de Sony. Entre el elenco destacan el Duende Verde (Willem Dafoe), Doc Ock (Alfred Molina) y Electro (Jamie Foxx), pero hay muchas más caras sorprendentes en este posible éxito de taquilla, algunas de ellas con máscaras arácnidas. El pasado y el presente se mezclan en la película de Jon Watts, dando lugar a un futuro de infinitas remezclas y cambios frankensteinianos de superhéroes, y resultando, aquí y ahora, en el mejor esfuerzo del MCU hasta la fecha.
[Spoilers Invariably Follow]
Como el animado de 2018 Spider-Man: Into the Spider-Verse, Spider-Man: No Way Home une a varios Spideys: La versión aprobada por el MCU de Tom Holland, por supuesto, así como las iteraciones anteriores de Tobey Maguire y Andrew Garfield, aunque la prensa lo niegue. Este truco es el punto más destacado de la película de Watts, generando una divertida dinámica de imagen en el espejo que da pie a bromas autorreferenciales y a una dulce creencia en uno mismo. De vuelta a sus trajes rojinegros junto a Holland (que se decanta principalmente por su disfraz de Iron Spider), Maguire y Garfield demuestran ser una pareja fraternal y curtida, sus doppelgängers están entusiasmados y ansiosos por asociarse con su yo multiversal, aunque algo abatidos por los años de asumir la gran responsabilidad que conlleva un gran poder. Con un sentido del humor juguetón que no llega a guiñar directamente al público, los entrañables giros del dúo contribuyen a animar esta extensa saga de CGI.
Reconectar con el ayer para forjar un nuevo mañana es el eje temático de Spider-Man: No Way Home, que retoma precisamente donde la película de 2019 Spider-Man: Lejos de casa lo dejó. Con Mysterio habiéndole inculpado de asesinato y revelado que es Spider-Man, Peter Parker se encuentra en el punto de mira del escrutinio de los medios de comunicación mundiales, venerado como un campeón por los partidarios y vilipendiado como un asesino por los que creen la mentira de Mysterio. Esto provoca un gran caos para Peter y sus seres queridos, como la tía May (Marisa Tomei), que acaba de romper con la antigua mano derecha de Tony Stark, Harold “Happy” Hogan (Jon Favreau). Sin embargo, no es hasta que esta aplastante atención le cuesta a él -y a su novia MJ (Zendaya) y a su mejor amigo Ned (Jacob Batalon)- la admisión en el MIT que Peter toma cartas en el asunto. O, más bien, pone tales asuntos en las manos giratorias del Doctor Strange (Benedict Cumberbatch), rogando con éxito a su compañero Vengador que lance un hechizo mágico que haga que todos se olviden de su identidad secreta.
Gracias a la intromisión de Peter, ese ritual se tuerce, abriendo puertas a innumerables multiversos por los que son arrastrados los individuos que saben que Peter es Spider-Man. El primero es Doc Ock, que está tan enfadado como siempre, pero también desesperadamente confundido al descubrir que este Peter no es el que él conoce (es decir, Maguire). Igual de desconcertados están los siguientes adversarios de Peter, Electro y el Duende Verde, que tras enfrentarse a su némesis adolescente acaban encarcelados en la “mazmorra de los magos” de Strange. Allí, revelan que todos fueron expulsados de sus realidades en el momento anterior a sus muertes en el choque con Spiderman. Esa noticia golpea duramente a Peter, de tal manera que cuando Strange diseña un dispositivo para devolver a estos monstruos a sus mundos legítimos, se rebela, convencido de que puede alterar sus destinos curándolos de sus nefastas naturalezas.
La bondad intrínseca de Spider-Man (que suele causar más estragos) es encarnada de forma convincente por Holland, que ha crecido con seguridad en su papel del MCU. Lo mismo puede decirse de Watts, cuya dirección es más segura y hábil que en sus dos entregas anteriores; sus secuencias de acción son rápidas y lúcidas, y su drama de personajes es equilibrado y modestamente conmovedor. Le ayuda un ágil guión de Chris McKenna y Erik Sommers que combina hábilmente sus numerosos dictados -romance, estruendos, construcción del mundo y abundante nostalgia hibridadora de la franquicia- y una partitura de Michael Giacchino que integra el original de Danny Elfman Spider-Man temas de Danny Elfman en su mezcla. Aunque dura dos horas y media, Spider-Man: No Way Home es rápida y ágil, y sus decorados son ingeniosos (especialmente una lucha caleidoscópica entre Spidey y Strange) y sus muchos gritos inteligentes sin ser cursis, desde una alusión a Miles Morales hasta el leve disgusto de todo el mundo por las capacidades orgánicas de disparar telarañas del Spidey de Maguire.
La película de Watts está hecha a la medida de los fans que están familiarizados con la trilogía de Spidey de Sam Raimi y el posterior reinicio de Marc Webb, incluso cuando reescribe los finales de esas aventuras y humaniza a sus famosos demonios, haciendo que su villanía sea menos un rasgo inherente que una consecuencia de circunstancias desafortunadas (en la línea más divertida de la película, dos malvados están de acuerdo, con respecto a sus orígenes, en que “hay que tener cuidado donde se cae”). Spider-Man: No Way HomeLos gestos operísticos de la película no siempre dan resultado; su final se demora demasiado en las despedidas lacrimógenas en un vano intento de lograr Vengadores: Endgame-al estilo de los picos emocionales. Aun así, su optimista celebración del altruismo y el sacrificio es bien merecida, debido en gran parte a la hábil interpretación principal de Holland, que navega por el descenso de Peter desde la optimista exuberancia juvenil hasta la furia afligida y llena de culpa, una trayectoria que solo se corrige, en última instancia, por su capacidad de mantener el foco en lo que es (de lo que hay más de uno).
Una colección de buenos y malos inesperados (y trajes fieles a los cómics) acaban entrando en la sobrecargada ecuación, siendo el más bienvenido el J. Jonah Jameson de J.K. Simmons, que en este 21-siglo XXI es el protagonista de la historia. InfoWars-TheDailyBugle.Net, donde pasa su tiempo soltando teorías conspirativas y vendiendo suplementos dietéticos de aceite de serpiente. A pesar de ser el subproducto de la colaboración de tres goliats del entretenimiento distintos, la película funciona de forma relativamente fluida y sin fisuras. En una calamidad de la mitad de la historia, se remite a la tragedia formativa (y a menudo contada) de Spider-Man como una forma de tender un puente entre épocas y visiones artísticas dispares. Su conclusión, sin embargo, está menos interesada en lo que ha venido antes que en reiniciar todo para otro nuevo comienzo. En un multiverso de infinitas posibilidades, Spider-Man: No Way Home sugiere -con una medida de corazón y brío que supera a sus predecesoras- que lo viejo siempre puede volver a ser nuevo.