¡Shazam! Furia de los Dioses’ es tan mala que suplicarás por el reboot DC de James Gunn

 ¡Shazam! Furia de los Dioses’ es tan mala que suplicarás por el reboot DC de James Gunn

Tras una serie de decepciones creativas y comerciales, y a la luz de un plan y una estructura generales que podrían calificarse generosamente de inconexos, DC Studios ha contratado recientemente a James Gunn y Peter Safran para enderezar el rumbo de su universo cinematográfico.

Sobre la base de ¡Shazam! La Furia de los Diosesese reinicio no puede llegar lo bastante pronto. La película de David F. Sandberg, una secuela cuya tontería se extiende no sólo a su pésimo humor, sino también a su trama enrevesada y sin sentido, es algo así como el lado luminoso de la película del otoño pasado, Shazam. Black Adam-(apropiado, dado que el antihéroe de ese vehículo de Dwayne “The Rock” Johnson es un villano clásico de Shazam). Desordenado y sin gracia, resuena como la sentencia de muerte para la actual iteración de esta empresa cinematográfica interconectada.

Retomando poco después de los acontecimientos de su predecesora de 2019, ¡Shazam! La Furia de los Dioses (en cines el 17 de marzo) encuentra a Shazam (Zachary Levi)- el alter ego con apariencia de dios del huérfano adolescente Billy Batson (Asher Angel)- exclamando: “Me siento como un fraude” y lamentando su consumido “síndrome del impostor.”

Desde el principio, es difícil no estar de acuerdo con esos sentimientos, y no sólo porque Shazam siga siendo inquietantemente parecido a Superman. Encarnado por Levi (en un traje musculoso) como un excitable joven de 17 años en el cuerpo de un goliath, sigue siendo el equivalente en los cómics al personaje de Tom Hanks de Bigpero sin encanto. Levi se apoya mucho en su rutina de inmadurez, pero tanto si exuda una arrogancia injustificada gracias a sus amplias habilidades mágicas como si exclama exasperado tras recibir una superpala, su Shazam es un bobo irritante que rara vez provoca una carcajada.

Al final de su aventura anterior, Shazam compartió sus poderes con sus hermanos y hermanas de la casa de acogida de Filadelfia -Eugene (Ross Butler/Ian Chen), Mary (Grace Fulton), Pedro (D.J. Cotrona/Jovan Armand), Darla (Faithe Herman/Meagan Good) y su mejor amigo Freddy Freeman (Jack Dylan Grazer/Adam Brody)-, lo que le ayudó a salvar el mundo y a consolidar su estatus como familia.

En ¡Shazam! Furia de los Diosessin embargo, le preocupa que sus compatriotas no se tomen a pecho su mantra de “todos o ninguno”, más interesados en ir por libre que en trabajar en equipo. El miedo de Billy al abandono le obliga a aferrarse demasiado, lo que agrava sus problemas, que también incluyen las burlas del público, que se refiere a su escuadrón menos que perfecto como “Los Fiascos de Filadelfia”. Esto es sólo el principio de sus problemas, ya que pronto se ve obligado a enfrentarse a adversarios celestiales con un hacha particular para moler contra la humanidad.

(Advertencia: Algunos spoilers por delante).

Esas serían Hespera (Helen Mirren) y Kalypso (Lucy Liu), las Hijas de Atlas, que llegan a la Ciudad del Amor Fraternal y rápidamente roban la vara mágica que una vez contuvo los poderes de su padre. Al parecer, cuando Shazam partió esta vara en dos anteriormente, liberó a Hespera y Kalypso de su encarcelamiento, y ahora quieren restaurar sus propios poderes, así como encontrar una semilla que les permita hacer crecer un nuevo Árbol de la Vida en su propio reino. O al menos, esa es la idea general de ¡Shazam! La furia de los diosesque está lleno de tanta jerigonza que es casi imposible de analizar, una situación que permite a la película saltarse numerosos puntos argumentales cuestionables, el primero de los cuales es por qué Anthea (Rachel Zegler), la tercera hija, finge inicialmente ser una estudiante de instituto que está enamorada de Freddy.

La verdadera naturaleza de Anthea no es ninguna sorpresa porque ¡Shazam! Furia de los Dioses telegrafía todos sus movimientos, a la vez que hace que los buenos y los malos se enzarcen en bromas dolorosamente desesperadas por divertir y que, como tales, sólo inspiran miradas de reojo.

Para combatir esta nueva amenaza, Shazam y sus amigos se dirigen a su guarida, la Roca de la Eternidad, que alberga dos salas secretas -una con innumerables puertas flotantes que funcionan como portales; la otra, una inmensa biblioteca con libros voladores cuyas páginas actúan como alas- modeladas, respectivamente, de forma poco imaginativa, como Monsters, Inc. y Harry Potter. Más tarde, Kalypso cabalga sobre un dragón rugiente y Shazam se refiere a ella en broma como “Khaleesi”, completando así un truco de sombreros con referencias a la cultura pop, aunque como el protagonista de Levi también cita a The Fast and the Furiousla película no se queda en tres.

A pesar de los acontecimientos pasados, DjimonEl antiguo mago interpretado por Hounsou sigue vivo y coleando, y teniendo en cuenta la naturaleza irritantemente prepotente de la película, resulta ser una desgracia para él. Mirren consigue matar a unos cuantos inocentes mientras se pavonea imperiosamente con una tonta armadura, aunque está desaprovechada en un papel escandalosamente lamentable; su villana es tan superflua que bien podría haber sido eliminada de la película por completo.

Por otra parte, lo mismo podría decirse de la mitad de todo lo que ocurre en ¡Shazam! La furia de los dioses. Su desinterés por la lógica y la lucidez sólo se ve igualado por su afición por el sonido y la furia CGI a gran escala, que culmina en una batalla final que se prolonga tanto que da la sensación de que está compensando la escasez de ideas atractivas, que aquí se reducen a tópicos sobre la familia y fragmentos recurrentes sobre la búsqueda de Shazam de un supermonónimo oficial.

Ya sean de pequeño tamaño o con esteroides, los compañeros de Shazam son cifras graciosas que reciben, como mucho, un único rasgo de personalidad (a Mary le gusta la química orgánica; Pedro es gay), relegando así a la mayoría del reparto -encabezado por Brody y Good- a actores secundarios glorificados. La atención de Sandberg se centra principalmente en las piezas centrales sobrenaturales en las que intervienen criaturas míticas (minotauros, cíclopes y unicornios) que, en su punto más bajo, incorporan gags de colocación de productos en su acción. Sin embargo, a pesar de toda la electricidad lanzada por Shazam, no hay chispa en estas secuencias, ya que la locura generada por ordenador de Sandberg resulta ser la norma para este tipo de asuntos, al igual que su cameo final.

En ¡Shazam! pretende ser el opuesto desenfadado y empapado de colores primarios de sus hermanos de DC, por lo que resulta más que ridículo que la espectacular obra de Sandberg termine con un enfrentamiento en una ciudad diezmada de la Costa Este bajo un cielo negro asolado por nubes de tormenta y rayos. Es un final inapropiado para un asunto tan supuestamente libre, y sugiere que, a falta de inspiración genuina, el enfoque sombrío de Zack Snyder es siempre una opción alternativa práctica, o lo era, si la charla de Gunn y Safran sobre la renovación de la franquicia es creíble.

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