Recordando la icónica, sucia y divertidísima broma de Gilbert Gottfried sobre los “Aristócratas

Gilbert Gottfried, el veterano cómico cuya muerte se anunció el martes a los 67 años, será recordado por muchas cosas. Tenía una de las voces más icónicas de Hollywood, sobre todo por su grito estridente e instantáneamente reconocible en el papel de Iago, el loro locuaz del villano de la película de Disney Aladino. Era muy querido y venerado por sus colegas cómicos por su capacidad de superar los límites en sus actuaciones. Y también pasará a la historia de la comedia por haber contado posiblemente la mejor versión del viejo chiste de los Aristócratas.

Para quienes no estén familiarizados con “Los Aristócratas”, se trata básicamente de una broma interna entre cómicos, que se cree que se originó en la época del vodevil. El montaje y el chiste siguen siendo consistentes, y ambos son secundarios. Los Aristócratas se trata realmente de lo escandalosamente picante que puede ser el cómico, y de cuánto tiempo puede mantener a la gente riendo dándole su propio giro. Es un ejercicio de imaginación y, sobre todo, de ejecución. Este chiste tan largo y con tantas décadas de antigüedad está tan extendido en el mundo de la comedia que fue objeto de un documental de 2005 de Paul Provenza y Penn Jillette (del dúo de magos Penn & Teller).

El montaje de la broma es el siguiente: una familia entra en la oficina de un agente de talentos y éste les pregunta en qué consiste su acto. A lo largo de varios minutos, el cómico que cuenta el chiste procede a describir el vulgar “acto” que la familia demuestra, cada línea más sucia que la anterior.

Contado correctamente, el chiste viola casi todos los tabúes inconfesables que se puedan imaginar: incesto, violación, pedofilia, zoofilia, crueldad con los animales, lo que sea. También hay mucho humor asqueroso y orientado a los fluidos corporales. Por último, viene el remate. No se trata sólo de cruzar la línea, sino de saltarla. Cuando el agente les pregunta cómo se llaman a sí mismos, la familia responde irónicamente que se llaman “los Aristócratas”.

Lo que hace que la iteración del chiste por parte de Gottfried sea tan especial no es sólo su entrega o los escenarios cada vez más inquietantes que se le ocurren. (Aunque, para ser claros, ambas cosas son impresionantes: su inserción de la frase “Esto está basado en una historia real” y un ad lib sobre la elasticidad anal de las ratas son positivamente viscerales). Pero el contexto es crucial. Gottfried decidió contar el chiste, completamente sin planearlo, después de haber tenido un bombardeo espectacular en el asado de Hugh Hefner en el Friars Club en 2001.

Como se explica en Los Aristócratasel asado tuvo lugar pocas semanas después del 11 de septiembre, y los cómicos se andaban con pies de plomo, ya que el país seguía conmocionado por los ataques terroristas. Gottfried contó un chiste sobre los atentados, diciendo que estaba nervioso por un próximo vuelo a Los Ángeles con conexión en el Empire State Building, y fue recibido con sonoros “abucheos”, e incluso un miembro del público gritó que era “demasiado pronto”. Tal y como explicó Gottfried en un 2019 Vulture entrevista, “perdió una audiencia más grande de lo que nadie ha perdido nunca una audiencia”.

Sin nada más que perder, se lanzó al chiste de los Aristócratas, cambiando de marcha con un decisivo: “Vale, un agente de talentos está sentado en su oficina”. Continúa durante nueve minutos y 50 segundos, cosechando enormes carcajadas del desprevenido público y rehaciendo por completo el chiste como propio.

Sorprendentemente, era la primera vez que lo hacía en el escenario, pero acabaría convirtiéndose en uno de los chistes característicos de Gottfried.

El único otro cómico que se acercó a la legendaria entrega de Gottfried de la broma imposiblemente sucia fue nada menos que el difunto comediante y amigo de Gottfried durante mucho tiempo, Bob Saget. El panorama de la comedia se verá alterado para siempre con la pérdida de estos dos grandes de mente sucia.

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