‘Primal’ es la serie de animación más infravalorada de la televisión y deja en evidencia a ‘Jurassic World: Dominion’ a la vergüenza

 ‘Primal’ es la serie de animación más infravalorada de la televisión y deja en evidencia a ‘Jurassic World: Dominion’ a la vergüenza

PrimalLa primera palabra comprensible de Primal no se pronuncia hasta los últimos fotogramas del final de la primera temporada y, sin embargo, pocos trabajos de animación hablan -o debería decir, rugen- más fuerte que la fantasía prehistórica de Genndy Tartakovsky, cuya elegante narración es tan magnífica y sigilosamente conmovedora que los diálogos sólo disminuirían su poder crudo y decidido.

Estrenada originalmente en octubre de 2019, lo último del legendario artista -cuyo currículum incluye El laboratorio de Dexter, Samurai Jack, Star Wars: Clone Wars, y el Hotel Transylvania está ambientada en una anacrónica era primordial y se centra en la amistad entre el neandertal Spear (al que Aaron LaPlante pone voz entre gruñidos y gritos) y la tiranosaurio Fang, una extraña pareja unida por la tragedia (es decir, la salvaje muerte de sus familias) y el respeto y la admiración mutuos. Compartiendo una relación que es menos de maestro-mascota que de hermanos leales, Spear y Fang son la pareja más singular de la televisión, y su saga no se define por el discurso sino por la acción sin aliento, impactante y evocadora.

PrimalLa primera temporada de 10 episodios concluye con Spear llamando a “Mira” (Laëtitia Eïdo), la esclava calva que conoció y de la que se enamoró, sólo para ver cómo es secuestrada por una tribu de hombres misteriosos cuyo barco lleva el mismo logotipo del escorpión que ella lleva tatuado en la cabeza. La segunda temporada de la célebre serie de Tartakovsky (21 de julio en Adult Swim, y al día siguiente en HBO Max) retoma ese desgarrador momento, con Spear aullando por su amada secuestrada y luego intentando espontáneamente nadar tras el barco, aunque sin éxito. Spear es una bestia testaruda, aunque está desarrollando lentamente una conciencia avanzada, y con ella, un sentido de la empatía, la lealtad, la confianza, la ingenuidad y el amor. Enfrentado a este nuevo obstáculo aparentemente insuperable, Spear se niega a abandonar, espiando una hoja en el agua y teniendo la idea inmediata de construir una balsa que pueda utilizar para perseguir a Mira. Es una inspiración ideal, ya que dicha idea requiere el tipo de construcción que se adapta a sus habilidades, es decir, destrozar y destruir, y Spear utiliza un martillo para derribar los árboles de la playa para su embarcación.

Fang es una criatura igualmente primitiva pero astuta y, como suele ocurrir en Primalla observación resulta ser la clave de la evolución, ya que el dinosaurio comprende perceptivamente la intención de Spear y se une a su labor de tala de árboles. Como guionista y director, y en colaboración con el director artístico Scott Wills y el diseñador de fondos Christian Schellewald, Tartakovsky da vida a este material con una vivacidad y una crueldad limpias y eficaces. Al igual que antes, la animación del espectáculo es muy rápida, en picado, y se ve reforzada por yuxtaposiciones sonoras de silencio inquietante y/o melancólico y cacofonía gruñida (cortesía del diseñador de sonido Joel Valentine), esta última embellecida por la estruendosa partitura de Tyler Bates y Joanne Higginbottom. Tanto desde el punto de vista narrativo como compositivo, el proceso es dinámico y equilibra la ferocidad y la ternura, el minimalismo y la sofisticación con un estilo cautivador.

Primal existe en un pasado imaginario en el que coexisten humanos y dinosaurios, y la magia y los monstruos gobiernan la tierra. Aun así, al concentrarse intensamente en los actos, las expresiones y la camaradería de sus protagonistas, Tartakovsky transmite un manantial de emociones, muchas de ellas relacionadas con el dolor atormentado y el éxtasis tranquilo de la existencia. La pena, los celos y la nostalgia son subproductos de la creciente conciencia de sí mismo de Spear, al igual que la alegría y la seguridad que se derivan de establecer profundos vínculos con almas afines, en este caso, Fang, un formidable tiranosaurio que es igual a Spear en casi todos los aspectos. Tartakovsky está interesado en la sensibilidad del hombre y el animal de la antigüedad, y en las diversas formas en que las perspectivas y los instintos de ambos se superponen y se cruzan, y lo articula a través de panoramas de soledad, compañerismo y violencia de clasificación R que está en sintonía con la naturaleza de matar o ser matado de esta era carnívora.

Hay belleza y brutalidad en PrimalLa primera domina el estreno de la segunda temporada, “Sea of Despair” (Mar de la desesperación), que sigue a Spear y Fang cuando se embarcan en una balsa para buscar a Mira. Su viaje les lleva a un reino alucinante en el que el mar y el cielo son indistinguibles, y que el director presenta como un espacio abstracto de oscuridad y luz. Tartakovsky juega habitualmente con la escala para destacar la imponente estatura de sus protagonistasy su pequeño lugar en el vasto universo, y ambos aspectos aparecen de forma destacada en el episodio, en el que Spear y Fang se ven obligados primero a enfrentarse a un paisaje acuático en el que escasea la comida, y luego a enfrentarse a enemigos de naturaleza tan enorme -ya sea el oleaje de una tormenta titánica o las bocas dentadas de un gargantuesco depredador acuático- que la muerte parece estar peligrosamente cerca.

“Tartakovsky está interesado en la sensibilidad del hombre y el animal de la antigüedad, y en las diversas formas en que las perspectivas y los instintos de ambos se superponen y se cruzan, y lo articula a través de panoramas de soledad, compañerismo y violencia de clasificación R que está en sintonía con la naturaleza de matar o ser matado de esta era carnívora.”

Vacilando entre las grandes panorámicas y los intensos primeros planos, la rapidez y la cámara lenta, Primal es una maravilla visual. Aunque sólo se han facilitado a la prensa los dos primeros episodios de su segunda temporada, es evidente que la serie no ha perdido su aptitud para lo majestuoso y lo íntimo, que también se ponen de manifiesto en su segunda entrega, “Shadow of Fate”. Tras haber conseguido cruzar el océano, Spear y Fang se separan y se encuentran en compañía de compañeros inesperados: para Spear, una tribu de desconocidos que conversan en una lengua extranjera y le curan con pociones mágicas y rituales; y para Fang, un compañero dinosaurio rojo que le enseña a navegar y sobrevivir en esta pródiga región. Los amigos no tardan en localizarse, pero su reencuentro está plagado de sentimientos e impulsos complicados, y termina en un triunfo que simultáneamente se siente como una catástrofe.

Tan impresionante como Primales su compacidad; la serie incluye un montón de cosas en cada episodio, incluso cuando esos capítulos individuales se centran en un segmento muy pequeño de su historia más amplia. La serie, que hace un balance entre lo macro y lo micro en cada momento, parece una destilación de la obra anterior de Tartakovsky, si no de los últimos veinte años de animación. Sin un punto final claro a la vista, ni siquiera una dirección predecible para su odisea prehistórica, Primal es una aventura tan sorprendente como solemne, y tan emocionante como conmovedora. Es un excelente ejemplo de la forma como contenido, y una vez más consolida el estatus de Tartakovsky como la voz más atrevida e inventiva de la animación comercial moderna.

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