Puede que no haya título en la historia del cine más hilarantemente genérico que Avióny el hecho de que gran parte de la historia de la película se desarrolle en tierra y no en el aire no hace sino subrayar aún más su estupidez. No obstante, la brusquedad de ese apodo está en perfecta sintonía con las escabrosas emociones de esta película de serie B, que son tan de carne y hueso como su protagonista, Gerard Butler.
Posiblemente el mejor de los héroes de acción de la vieja escuela de Hollywood, Butler está en plena forma en la película de Jean-François Richet, que llega a los cines el 13 de enero, demostrando una vez más que pocos actores de renombre se sienten tan cómodos y son tan hábiles pateando culos en películas de género a vida o muerte.
Avión es una hamburguesa con queso y patatas fritas en forma de película. Butler interpreta a Brodie Torrance, un piloto escocés de Trailblazer Airlines destinado en Singapur. Mientras corre por el aeropuerto, llama por teléfono a su hija universitaria Daniela (Haleigh Hekking) para asegurarle que llegará a Maui a tiempo para Nochevieja. Dadas las muchas paradas que hace a lo largo de su ruta. Daniela no acaba de creerse la promesa de su padre. Por otra parte, es Gerard Butler, así que no puede dudar demasiado de él.
Torrance rebosa confianza cuando sube a bordo de su nave y saluda a los compañeros que se unirán a él en el vuelo, y enseguida se le ve como un comandante robusto que no se inmuta fácilmente. Su confianza es tan grande que apenas se sonroja cuando, mientras acomoda a los pasajeros en sus asientos, le informan de que tendrán un invitado inesperado en este viaje: Louis Gaspare (Mike Colter), un fugitivo que se había estado escondiendo en Bali y que ahora está siendo extraditado a Toronto acusado de asesinato desde hace 15 años.
Teniendo en cuenta que Gaspare dirige miradas sospechosas tanto a los pasajeros como a los miembros de la tripulación al despegar, es natural suponer que Avión está preparando un escenario estándar en el que el criminal emplea cohortes encubiertas para escapar del cautiverio y secuestrar la nave. Sin embargo, esas expectativas se desvanecen cuando la película pone a todos sus personajes, nobles y turbios por igual, en peligro, cortesía de un clima horrible que la aerolínea no permitiría evitar a Torrance.
Unas horribles turbulencias hacen que todo el mundo entre en pánico y que dos pasajeros salten por los aires, matándolos a ambos. Y lo que es peor, un rayo deja sin energía a la nave (incluida la radio), lo que obliga a Torrance y a su joven copiloto Dele (Yoson An), un hombre de familia, a prepararse para un aterrizaje de emergencia en el tormentoso océano.
Afortunadamente, antes de arriesgarse en las embravecidas aguas, Torrance divisa tierra lejana y se dirige hacia ella, localizando finalmente un camino de tierra que puede utilizar como improvisada pista de aterrizaje. Al igual que con una secuencia posterior relacionada con el avión, el director Richet escenifica esta escena predecible con una sorprendente cantidad de tensión propulsora, ayudado por la comprometida actuación de Butler en la cabina.
Una vez en tierra, Torrance tranquiliza a sus pasajeros y hace balance de sus circunstancias, que se ven agravadas por el hecho de que Gaspare sigue entre ellos, y sus miradas perpetuamente fulminantes le asemejan a un depredador a la espera de atacar. Aunque no están seguros al cien por cien de dónde han aterrizado, Torrance y Dele deducen que se encuentran en una de las muchas islas filipinas gobernadas por violentos separatistas. Con escasos suministros y sin medios para contactar con casa, Torrance se encarga de explorar un edificio cercano junto a Gaspare, que resulta ser un antiguo soldado de la Legión Francesa.
Avión El crimen de Gaspare se minimiza de tal manera que parece justificado o, al menos, lo suficientemente defendible como para no considerarlo un canalla, lo que le permite funcionar como el fiable compañero de Torrance en su valentía. Mientras el dúo se embarca en su misión a través de la selva, la película vuelve a la sede de la aerolínea, donde el propietario Terry Hampton (Paul Ben-Victor) contrata al consultor David Scarsdale (Tony Goldwyn) para solucionar la situación.
La solución de Scarsdale es contratar a un equipo de mercenarios para que visiten la isla con un alijo de armas de grado militar y 500.000 dólares en efectivo (por si necesitan comprar su salida del problema). Su botín es un método divertidamente transparente de añadir otro elemento motivador a este guiso combustible, y los soldados de fortuna pronto localizan su objetivo después de que Torrance descubra un teléfono y se comunique con el continente estadounidense.
El rescate se complica en última instancia por Junmar (Evan Dane Taylor), el villano líder bandido que dirige esta peligrosa isla y que, como Torrance y Gaspare aprenden, hace una matanza (literal y figurada) tomando a los visitantes como rehenes-como un grupo anterior de misioneros-ypedir rescate por dinero en efectivo.
Esto proporciona a Butler y sus compatriotas hordas de adversarios sin rostro, y en su mejor escena, el director Richet hace que Torrance se enfrente a un atacante en una prolongada escaramuza de una sola toma que se define por una torpe lucha, arduos puñetazos y agotados estrangulamientos. La convincente desgana de ese encuentro es estimulante, y mucho más interesante que los competentes aunque superficiales tiroteos que siguen en el complejo de los separatistas.
Hay poca sutileza en Avióny aún menos subtexto en su narrativa; escrita por Charles Cumming y J. P. Davis, la película de Richet es un programador sin tonterías (piense en El vuelo del Fénix cruzado con Jungla de Cristal) eso es todo superficie musculosa. Sin embargo, como demostró en Olympus Has Fallen, Geostorm, y Guarida de LadronesButler tiene la habilidad de encajar perfectamente en fórmulas familiares y luego elevarlas a través de una combinación de carisma y convicción.
Torrance es un buen tipo bidimensional y un hombre de acción que siempre mantiene la cabeza fría, hace lo necesario (y lo correcto) en los momentos de adversidad y antepone la seguridad de los inocentes a la suya propia, todo ello sin dejar de querer a su familia. Se trata de un personaje arquetípico y, sin embargo, Butler lo interpreta con tanta sinceridad, dureza e inteligencia que es imposible no apoyarlo instintivamente.
Avión es el tipo de película que los estudios produjeron por docenas en los años 80 y 90, y hay algo cursi y entrañable en su enfoque de la acción sin florituras, en el que -frente a malvados extranjeros y a americanos llorones, encarnados aquí por el irritante pasajero de avión Joey Slotnick- la hombría de bien sin egoísmo siempre se lleva la palma. Que Butler puede hacer un papel así es obvio. Sin embargo, que pueda hacerlo tan atractivo es un testimonio de su magnetismo y la confirmación de su estatus como uno de los últimos auténticos tipos duros del medio.
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