Nuevas acusaciones de agresión sexual contra Brett Kavanaugh reveladas en un documental secreto de Sundance
La confirmación en 2018 de Brett Kavanaugh para el Tribunal Supremo se vio envuelta en la polémica por cortesía de múltiples mujeres que le acusaron de agresión sexual, encabezadas por Christine Blasey Ford, que testificó ante el Congreso sobre la supuesta violación que sufrió a manos de él en el instituto. Justicia es una investigación espeluznante y exasperante de esas denuncias, contada en gran parte por amigos de Ford, abogados y expertos médicos, y otra de las presuntas víctimas de Kavanaugh: Deborah Ramirez, compañera de clase en Yale.
Lo más condenatorio de todo es que presenta una grabación de audio nunca antes escuchada hecha por uno de los colegas de Kavanaugh en Yale -el presidente y director ejecutivo de la Asociación para el Servicio Público, Max Stier- que no solo corrobora las acusaciones de Ramírez, sino que sugiere que Kavanaugh también violó a otra mujer no identificada.
Una incorporación de última hora al Festival de Cine de Sundance de este año, Justicia es el primer largometraje documental dirigido por Doug Liman, conocido por éxitos de Hollywood como Swingers, Ir, The Bourne Identity, y Edge of Tomorrow. Su último libro está muy alejado de esas ficciones, censurando cáusticamente a Kavanaugh y el proceso político que lo elevó a la más alta magistratura del país, y mostrando una mirada comprensiva hacia Ford, Ramírez y sus compañeros acusadores.
Puede que la película de Liman no ofrezca muchas revelaciones nuevas, pero él y la guionista y productora Amy Herdy compensan la relativa escasez de revelaciones explosivas relatando con lucidez este feo capítulo de la historia reciente de Estados Unidos, así como dando voz a las mujeres cuyas acusaciones fueron desmenuzadas, ridiculizadas y, en última instancia, ignoradas.
La mayor revelación de Justicia llega más allá de la mitad de su compacta y eficiente duración de 85 minutos, cuando Liman recibe un chivatazo que le lleva hasta una persona anónima que le proporciona una cinta grabada por Stier poco después de que el FBI -impulsado por el valiente y desgarrador testimonio de Ford ante el Comité Judicial del Senado- reabriera brevemente su investigación sobre el asediado entonces nominado Kavanaugh.
En él, Stier relata que vivió en la misma residencia de Yale que Kavanaugh y que, una noche, acabó en una habitación donde vio a un Kavanaugh gravemente ebrio con los pantalones bajados, momento en el que un grupo de alborotadores jugadores de fútbol obligaron a una estudiante de primer año borracha a sujetar el pene de Kavanaugh. Stier afirma que conoce esta historia “de primera mano”, y que la joven en cuestión no recordó posteriormente el incidente, ni quiso dar la cara después de haber visto el vil trato al que fueron sometidas Ford y Ramírez por parte del público, los medios de comunicación y el gobierno.
Stier continúa explicando que, aunque no conocía a Ramírez, había oído hablar a compañeros de clase sobre su encuentro separado e inquietantemente similar con Kavanaugh, que ella describe personalmente en Justicia. Según Ramírez, un Kavanaugh intoxicado se expuso justo delante de su cara en la universidad, y que ella suprimió los recuerdos de ciertos aspectos de este trauma hasta que fue contactada por The New Yorkerde Ronan Farrow.
Como narra Ramírez en un tono tembloroso que parece a punto de quebrarse, sufrió esta indignidad en silencio, convencida de que ella era la culpable (porque también estaba bajo los efectos) y humillada por las carcajadas de los demás hombres de la sala. Su relato es convincente por su especificidad y conmovedor por su angustia.
Ramírez confiesa que algunas de las preguntas de Farrow le hicieron temer que aún no lo recordara todo sobre aquella fatídica noche, y es la grabación de Stier la que parece llenar un vacío crucial. Stier dice que le contaron que, después de que Kavanaugh clavara su miembro desnudo en la cara de Ramírez, se fue al baño y fue incitado por sus compañeros a ponerse erecto; una vez que había tenido éxito en esa tarea, regresó para acosar a Ramírez un poco más.
Es un poco más de asquerosidad en una historia que se ahoga en lo grotesco, y Liman lo expone todo con el tipo de claridad sin sentido que sólo amplifica el shock, la repulsión y la consternación, emociones que van de la mano con la indignación, que se aviva por los numerosos clips de Kavanaugh refutando estas acusaciones con furia poco convincente y falsedades.
A través de yuxtaposiciones de declaraciones oficiales de Kavanaugh y diversas pruebas, Justicia revela las muchas mentiras avanzadas por el juez con el fin tanto de influir en la opinión pública como de dar a los republicanos suficientes dudas razonablescubierta para votar a favor de su confirmación.
Además, en un largo segmento sobre las conversaciones de texto entre los compañeros de universidad de Kavanaugh y la compañera de Ramirez en Yale, Kerry Berchem, la película sugiere persuasivamente que Kavanaugh y su equipo eran conscientes de las acusaciones de Ford y Ramirez antes de que se hicieran públicas, y trataron de contrarrestarlas preventivamente plantando semillas de narrativas alternativas con amigos y conocidos.
Aunque Liman se basa demasiado en el texto gráfico para transmitir algo de esto, la idea de que Kavanaugh (o los más cercanos a él) conspiraron para mantener sus aparentes crímenes en secreto -junto con su reputación general como una amenaza borracha y fiestera- no deja de ser fuerte y clara.
Sorprendentemente, aunque se ve a Ford hablando con Liman fuera de cámara al principio de Justiciano aparece más que en imágenes de archivo. Sin embargo, su presencia es omnipresente en todo el documental, que genera más ira al señalar que el FBI ignoró la pista de Stier, junto con la mayoría de las otras 4.500 que recibieron en relación con Kavanaugh. En su lugar, la Oficina optó por enviar cualquier informe “relevante” a la misma Casa Blanca de la administración Trump que estaba comprometida con la aprobación de su nominado.
El efecto es pintar todo el asunto como una farsa y un juego amañado en el que las mujeres acusadoras fueron injusta y maliciosamente puestas a la defensiva, y a los hombres poderosos se les permitió esquivar con evasivas sospechosas y negaciones endebles.
Justicia es más una recapitulación mordaz y directa que una obra de no ficción formalmente atrevida, pero su enfoque directo permite a sus ponentes exponer sus argumentos con precisión y pasión. De este grupo, Ramírez es la que más destaca, con unos comentarios tan minuciosos y coherentes como angustiosos.
En sus observaciones sobre la risa de Kavanaugh mientras perpetraba su mala conducta -una risa que Ford también menciona al Congreso- proporciona un detalle inolvidable que encapsula la crueldad arrogante y con derecho de su abusador, así como el sistema injusto que consideró adecuado colocarlo en el pedestal legal más alto de la nación.