TOKIO (AP) – El gasto en defensa de Japón aumentará un 20% hasta alcanzar la cifra récord de 6,8 billones de yenes (55.000 millones de dólares) el próximo año, mientras el país se prepara para desplegar Tomahawks y otros misiles de crucero de largo alcance de fabricación estadounidense que pueden alcanzar objetivos en China o Corea del Norte en el marco de una estrategia de seguridad más ofensiva.
La compra prevista de Tomahawks por 211.300 millones de yenes (1.600 millones de dólares) es una pieza central del plan presupuestario de Japón para 2023 aprobado el viernes por el Gabinete del primer ministro Fumio Kishida y muestra la determinación de su gobierno de armarse rápidamente con más capacidad de ataque bajo la nueva estrategia.
Además, Japón pagará a Estados Unidos 110.000 millones de yenes (830 millones de dólares) por el equipo y el software necesarios para el lanzamiento de los Tomahawk, así como los honorarios por la transferencia de tecnología y la formación del personal en el próximo año, dijeron funcionarios de defensa.
El abultado plan presupuestario, pendiente de aprobación parlamentaria, es la primera entrega de un plan quinquenal de gasto militar de 43 billones de yenes (325.000 millones de dólares) en el marco del nuevo plan de refuerzo de la defensa anunciado también la semana pasada. El nuevo objetivo de gasto sigue el estándar de la OTAN y, con el tiempo, elevará el presupuesto anual de Japón a unos 10 billones de yenes (73.000 millones de dólares), el tercero más grande del mundo después del de Estados Unidos y China.
El plan presupuestario llega una semana después de que el gobierno de Kishida anunciara la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Japón, en la que declara su determinación de poseer una controvertida “capacidad de contraataque” para adelantarse a los ataques enemigos y casi duplicar su gasto en los próximos cinco años para protegerse de los crecientes riesgos de China, Corea del Norte y Rusia y del temor cada vez mayor a una emergencia en Taiwán.
La estrategia supone un cambio histórico respecto a la política japonesa de autodefensa exclusiva desde el final de la Segunda Guerra Mundial. China, con su rápida acumulación de armas, su actividad militar cada vez más asertiva y su rivalidad con Estados Unidos, representa “un desafío estratégico sin precedentes y el mayor” para la paz y la seguridad de Japón y de la comunidad internacional, afirmaba la estrategia.
Los Tomahawks se desplegarán durante dos años, de 2026 a 2027, en destructores avanzados equipados con radar Aegis y con sistemas de lanzamiento vertical para ataques buque-superficie, dijeron funcionarios de defensa.
Japón también comprará más misiles standoff desarrollados en el extranjero para lanzar desde aviones de guerra: un misil Joint Strike Missile de Noruega con un alcance de 500 kilómetros (310 millas) para los cazas F-35A, y el Joint Air-to-Surface Standoff Missile de Lockheed Martin con un alcance de unos 900 kilómetros (560 millas), para los F-15 mejorados.
Japón destinará 94.000 millones de yenes (710 millones de dólares) el próximo año a la modernización y producción en serie de misiles guiados tierra-barco Tipo 12 desarrollados por Mitsubishi Heavy Industries para su despliegue en los próximos años.
Para reforzar la capacidad de ataque y el alcance, Japón está añadiendo ocho F-35B más por 143.500 millones de yenes (1.080 millones de dólares) capaces de realizar despegues cortos y aterrizajes verticales en cualquiera de los dos antiguos portahelicópteros Izumo y Kaga que están siendo modernizados para que puedan ser operados conjuntamente con el ejército estadounidense.
En los próximos cinco años, Japón gastará unos 5 billones de yenes (37.000 millones de dólares) en misiles standoff o de largo alcance, cuyo despliegue comenzará en cuatro años. El gasto anual para 2023 sólo en municiones de largo alcance se triplicará con respecto a este año, hasta alcanzar los 828.000 millones de yenes (6.260 millones de dólares).
Japón desarrollará otros tipos de arsenales, como armas hipersónicas y vehículos no tripulados y polivalentes para su posible colaboración con el caza de nueva generación F-X que Japón está desarrollando con Gran Bretaña e Italia para su despliegue en 2035. El Ministerio de Defensa también está desarrollando arsenales diseñados para defender islas remotas del sur, incluida una isla del Mar de China Oriental controlada por Japón y disputada con China.
Japón, al utilizar la capacidad de contraataque, necesita confiar plenamente en Estados Unidos para detectar los primeros indicios de ataques y determinar los objetivos, debido a la falta de altos niveles de inteligencia y ciberseguridad, según los expertos.
Para hacer frente a esta preocupación, Japón gastará unos 100.000 millones de yenes (7,6 millones de dólares) el próximo año también para reforzar la ciberseguridad con el fin de proteger la tecnología y la industria de defensa japonesas.
Japón también gastará 220.000 millones de yenes (1.700 millones de dólares) en la construcción de dos destructores compactos que se equiparán con radares Aegis para reforzar la capacidad de interceptación de misiles del país como medida disuasoria frente a misiles avanzados.
Otra compra clave son los vehículos aéreos no tripulados de asalto y reconocimiento. Funcionarios de Defensa dijeron que planean probar una serie de vehículos aéreos no tripulados desarrollados en el extranjero, incluyendo Bayraktar de fabricación turca utilizado en Ucrania, así como los de Israel, los Estados Unidos, así como Fuji Imvac de desarrollo propio.
Japón diceLa capacidad de contraataque es indispensable y constitucional si es en respuesta a señales de un ataque enemigo inminente. Pero los expertos dicen que es extremadamente difícil llevar a cabo un ataque de este tipo sin arriesgarse a ser culpado por atacar primero. Los opositores dicen que la capacidad de ataque va más allá de la autodefensa según la constitución pacifista japonesa posterior a la Segunda Guerra Mundial, que limita el uso de la fuerza estrictamente a la defensa propia.
Ese principio, sin embargo, fue suavizado en 2015 por la reinterpretación constitucional del entonces primer ministro Shinzo Abe, que permitía a Japón defender a su aliado, Estados Unidos, en lo que se conoce como autodefensa colectiva, proporcionando una base legal para que Japón construyera su ejército y ampliara las funciones que desempeña.