BAGDAD (AP) – Los chiítas de Irak, Líbano y Pakistán cantaron, desfilaron y se golpearon el pecho el martes para celebrar la Ashoura, una de las fechas más importantes del calendario religioso, que conmemora el martirio del nieto del profeta Mahoma, Hussein, en el siglo VII.
Los símbolos de la piedad y la penitencia chiítas cubrieron las principales ciudades de Irak, donde se cree que Hussein murió en la batalla de Karbala, al sur de Bagdad, en el año 680 d.C.
Todos los años, cientos de miles de personas se reúnen en Karbala, a unos 80 kilómetros al sur de Bagdad, para observar el solemne día sagrado.
Los chiítas consideran que Hussein y sus descendientes son los herederos legítimos del profeta. Su asesinato a manos de una facción musulmana rival encarna la ruptura entre las sectas suní y chií del Islam y sigue conformando la identidad de la rama minoritaria del Islam en la actualidad.
Los rituales públicos de la Ashoura suelen alimentar las tensiones sectarias en lugares como Irak, Líbano y Pakistán, donde residen las dos sectas principales del Islam.
Las fuerzas de seguridad estaban en alerta máxima por si se producía algún tipo de violencia, ya que los grupos extremistas suníes que consideran herejes a los chiíes han aprovechado la ocasión para organizar ataques en años anteriores.
El Ministerio del Interior de Pakistán advirtió que los militantes podrían atacar las conmemoraciones de Ashoura. Bajo medidas de seguridad reforzadas, las concentraciones masivas continuaron por segundo día en Islamabad y en las principales ciudades de Pakistán, donde los participantes marcharon golpeando rítmicamente sus cuerpos con cadenas con cuchillos.
En Irak, el poderoso clérigo Muqtada al-Sadr ha aprovechado la emotiva ocasión religiosa para suscitar el apoyo a su movimiento, ahondando en las divisiones interchiitas del país. Incapaz de formar gobierno, Irak se sumió en un nuevo caos político la semana pasada, cuando miles de partidarios de al-Sadr asaltaron y ocuparon el edificio del Parlamento. Su sentada continúa fuera de la asamblea, lo que hace imposible que los legisladores se reúnan y hace surgir el espectro de un conflicto civil.
En Ciudad Sadr, suburbio de Bagdad dominado por los chiíes, el retrato de al-Sadr cuelga de casi todas las puertas. Las procesiones de hombres y niños expresan un fervor extremo en los rituales de autoflagelación de Ashoura. Se golpeaban la cabeza y el pecho al unísono y se flagelaban con cadenas hasta sangrar.
“Hemos heredado esto de nuestros padres y abuelos”, dijo el participante Hamza Abdul-Jalil. “Si Dios quiere, seguiremos por este camino”.
En el Líbano, donde los chiítas constituyen aproximadamente un tercio de los 5 millones de habitantes de la nación mediterránea, las procesiones cerraron zonas de todo el país y el mayor suburbio de Beirut, en el sur, bastión del grupo militante Hezbolá.
Decenas de miles de hombres, mujeres y niños envueltos en negro marcharon por las calles, ondeando banderas amarillas de Hezbolá. Los cánticos de los dolientes y los truenos de los hombres golpeándose el pecho resonaban en el aire.
“A tu servicio, oh Hussein”, gritaban.