XAPURI, Brasil (AP) – El recolector de caucho Raimundo Mendes de Barros se prepara para salir de su casa, rodeada de selva tropical, para hacer un recado en la ciudad amazónica brasileña de Xapuri. Desliza sus largos pies de 77 años, llenos de cicatrices, en un par de zapatillas de la marca francesa Veja.
A primera vista, los caros tenis urbanos con detalles blancos parecen en desacuerdo con la fangosa selva tropical. Pero los mundos distantes han convergido para producir suelas fabricadas con caucho nativo de la Amazonia.
Veja trabaja con una cooperativa local llamada Cooperacre, que ha revitalizado la producción de un producto forestal sostenible y mejorado la vida de cientos de familias de recolectores de caucho. Es un proyecto que, aunque modesto en escala, ofrece un ejemplo real de cómo vivir sosteniblemente de la selva.
“Veja y Cooperacre están haciendo un trabajo esencial para los que vivimos en el bosque. Están haciendo que los jóvenes vuelvan. Han reavivado la esperanza de trabajar con el caucho”, dijo a The Associated Press Rogério Barros, hijo de Raimundo, de 24 años, mientras hacía una demostración de cómo aprovechar un árbol de caucho en la arboleda de la familia en la Reserva Extractiva Chico Mendes. En Brasil, las reservas extractivas son tierras propiedad del gobierno que se reservan para que la gente se gane la vida manteniendo el bosque en pie.
En el pasado, el caucho fue fundamental para la economía de la Amazonia. El primer auge se produjo a principios del siglo XX. Miles de personas emigraron al interior desde el empobrecido nordeste de Brasil para trabajar en la selva, a menudo en condiciones de esclavitud.
Ese auge terminó abruptamente en la década de 1910, cuando las plantaciones de caucho empezaron a producir a gran escala en Asia. Pero durante la Segunda Guerra Mundial, Japón cortó el suministro, lo que llevó a Estados Unidos a financiar la reanudación de la producción de caucho en la Amazonia.
Tras la guerra, el comercio de látex amazónico volvió a decaer, aunque miles de familias siguieron trabajando en malas condiciones para los patrones del caucho. En la década de 1970, estos individuos relativamente ricos comenzaron a vender tierras a los ganaderos del sur, a pesar de que, en la mayoría de los casos, en realidad no eran propietarios, sino que sólo tenían concesiones porque estaban bien conectados con los funcionarios del gobierno.
Estas ventas de tierras provocaron la expulsión a gran escala de los recolectores de caucho de la selva. Esa pérdida de medios de vida y la deforestación para dar paso a la ganadería fue lo que impulsó al famoso ecologista Chico Mendes -junto con un primo de Barros- a fundar y liderar un movimiento de recolectores de caucho. Mendes sería asesinado por su labor en 1988.
Tras el asesinato de Mendes, el gobierno federal empezó a crear reservas extractivas para que la selva no pudiera venderse para dejar paso al ganado. La reserva Chico Mendes es una de ellas. Pero la historia no terminó con la creación de las reservas. Los intentos del gobierno de promover el látex, incluida una fábrica estatal de preservativos en Xapuri, no consiguieron crear unos ingresos fiables.
Lo que diferencia a la operación de Veja es que los recolectores de caucho reciben ahora una remuneración muy superior al precio de los productos básicos por su caucho. En 2022, la familia Barros recibió 4,20 dólares por kilo (2,2 libras) de caucho extraído de su arboleda. Antes, ganaban la décima parte.
Este precio que la empresa de calzado Veja paga a los recolectores incluye primas por cosechas sostenibles y el reconocimiento del valor de preservar el bosque, explica Sebastião Pereira, responsable de la cadena de suministro de caucho amazónico de Veja. Los caucheros también reciben beneficios federales y estatales por kilo.
Veja también paga primas a los recolectores que emplean las mejores prácticas y a las cooperativas locales que les compran directamente. Los criterios van desde la deforestación cero hasta la gestión adecuada de los árboles de caucho. Los mejores productores también reciben un par de zapatos como premio.
El caucho de Veja lo producen unas 1.200 familias de 22 cooperativas locales repartidas por cinco estados amazónicos: Acre, donde se encuentra la Reserva Extractiva Chico Mendes, Amazonas, Rondonia, Mato Grosso y Pará.
Todo el caucho va a la planta de Cooperacre en Sena Madureira, en el estado de Acre, donde el producto bruto se corta, se lava, se tritura en trozos más pequeños, se calienta, se pesa, se embala y finalmente se envía a las fábricas que Veja contrata en el industrializado estado de Rio Grande Sul, a miles de kilómetros al sur, así como al estado de Ceará, en el noreste de Brasil.
Desde allí, las zapatillas se distribuyen a muchas partes del mundo. En los últimos 20 años, Veja ha vendido más de 8 millones de pares en varios países y mantiene tiendas en París, Nueva York y Berlín. La cantidad de caucho amazónico que compra se ha disparado: de 5.000 kilos (11.023 libras) en 2005 a 709.500 kilos (1,56 millones de libras) en 2021, según datos de la empresa.cifras.
Sin embargo, no ha sido un cambio de juego para el bosque de la Reserva Extractiva Chico Mendes, donde viven casi 3.000 familias. El avance ilegal de ganado, un viejo problema, ha repuntado. La deforestación allí se ha triplicado en los últimos cuatro años, en medio de las políticas del ex presidente Jair Bolsonaro, que fue derrotado en su intento de reelección y dejó el cargo a finales del año pasado.
Hace tiempo que la ganadería sustituyó al caucho como principal actividad económica de Acre. Casi la mitad de la mano de obra rural del estado está empleada en la ganadería, mientras que sólo el 4% vive de los productos forestales, principalmente de la castaña.
Según un estudio económico de la Universidad Federal de Minas Gerais, el 57% de la producción económica de Acre procede de la ganadería. El caucho representa menos del 1%.
Rodeado de pastos para el ganado y carreteras pavimentadas – el punto de entrada para la deforestación – Chico Mendes tiene la tercera tasa más alta de deforestación de cualquier reserva protegida en Brasil.
La creciente presión del ganado sobre la reserva, que ya ha perdido el 9% de su cubierta forestal original, llevó incluso a Veja a establecer su propio sistema de vigilancia por satélite.
“Nuestra plataforma muestra una región concreta donde la deforestación es galopante. Así que podemos ir allí y hablar. Pero somos conscientes de que nuestro papel es ofrecer una alternativa y concienciar”, declaró Pereira a AP en una entrevista telefónica. “Tenemos cuidado de no cruzar la línea, ya que la autoridad pública debe ser la que haga cumplir la ley”.
Según Roberta Graf, que dirige la sección de Acre de la asociación de funcionarios federales de medio ambiente, la experiencia de Veja es esencial, ya que muestra un camino para vivir de forma sostenible dentro de las reservas extractivas. Pero para lograrlo, sostiene, se requiere un esfuerzo conjunto que incluya al gobierno en diferentes niveles, a las organizaciones sin fines de lucro y a las organizaciones de base.
“Las comunidades forestales siguen apreciando mucho la extracción de caucho. Les gusta vivir del látex”, declaró a la AP en una entrevista en su casa de Rio Branco, la capital de Acre. “Hay muchos productos forestales: copaiba, andiroba (aceites vegetales), nueces de Brasil, cacao silvestre y semillas. Lo ideal sería trabajar con todos ellos en función de lo que cada reserva pueda ofrecer.”
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