Skye Borgman se ha convertido rápidamente en la reina del streaming del crimen verdadero, por cortesía de la publicación de diciembre pasado Dead Asleep en Hulu y este mes de julio The Girl in the Picture en Netflix, esta última sigue siendo un éxito mundial en el top ten del servicio. No contenta con dormirse en los laureles, la prolífica directora de no ficción regresa el 9 de agosto con Acabo de matar a mi padre, una docuserie de Netflix de tres partes sobre el secuestro, la coacción, la dominación y el asesinato que comparte escalofriantes similitudes con su película más reciente. Comenzando con un caso aparentemente abierto y cerrado antes de ir quitando capas para revelar un núcleo completamente podrido, es un estudio del abuso silencioso e invisible y del trauma y la tragedia que puede provocar, así como -en un giro sorprendente para este género tan sombrío- una historia sobre el sistema de justicia penal que realmente funciona como debería.
Acabo de matar a mi padre no oculta la culpabilidad literal de su sujeto, Anthony Templet de Baton Rouge, Luisiana, que el 3 de junio de 2019 disparó y mató a su padre, Burt Templet, y luego llamó al 911 y confesó tranquilamente lo que había hecho. Cuando la policía llegó, encontró al joven de 17 años esperándolos, y en una nueva entrevista, Anthony declara que se sorprendió de que lo esposaran y se lo llevaran, ya que supuso que después de una breve conversación el tema se dejaría de lado. Esa suposición no fue lo único extraño de esta situación. Anthony afirmaba que había disparado a su padre en defensa propia, pero no tenía moratones que denotaran una refriega, y la casa estaba limpia y ordenada -salvo por una grieta en la puerta del dormitorio de Burt, que, según Anthony, había sido causada por su padre al intentar entrar en la habitación cerrada para llegar a él.
Si eso no era un buen presagio para Anthony, el hecho de que hubiera sacado dos pistolas cargadas esa noche (ambas propiedad de Burt) sugería no que estuviera tratando frenéticamente de salvar su propia vida, sino que tenía la intención deliberada de matar -una noción que Anthony corroboró despreocupadamente, explicando que quería tener ambas pistolas en su poder en caso de que una no funcionara. La fiscal adjunta del distrito, Dana Cummings, y el sargento William Brown creían que las pruebas indicaban que se trataba de un asesinato, y en su posterior entrevista en la sala de interrogatorios con Brown, el comportamiento plano y sin emociones de Anthony sólo les hizo pensar que tenían un sociópata en potencia entre manos. Clips de esa charla presentados en Acabo de matar a mi padre no le hacen ningún favor a Anthony, ya que muestran al chico dilucidando lo que ocurrió y sin esforzarse por eximirse de su culpa y, lo que es aún más extraño, sin ser capaz de proporcionar con exactitud su fecha de nacimiento o la dirección de su casa.
La historia que Anthony contó a las fuerzas del orden es que la noche en cuestión fue despertado por su padre, que estaba revisando su teléfono y descubrió que Anthony estaba conversando subrepticiamente con su madrastra Susan, que se había mudado recientemente de la casa con su hijo Peyton. Se produjo una discusión por esta invasión de la intimidad, durante la cual Anthony tuvo tanto miedo de Burt que recogió las pistolas del hombre y efectuó tres disparos, dos de los cuales dieron en el blanco. Al parecer, Burt pidió a gritos que su hijo se detuviera, pero Anthony no tuvo piedad. Además, socavando su argumento de defensa propia, Anthony admitió que había perseguido a su padre hasta un baño cercano antes de disparar, un acto que iba en contra de la idea de que no tenía otras opciones porque estaba en peligro inminente. A primera vista, esta saga no tenía mucho sentido, y las noticias de la época la trataron inicialmente como uno más de los homicidios habituales de Luisiana.
Sin embargo, Netflix no produce docuseries de varias partes sin razón, y Acabo de matar a mi padre pronto expone una serie de factores de complicación. Las entrevistas con Anthony, Susan, Peyton y otros familiares, así como las imágenes que Borgman filmó a medida que se desarrollaba la historia, arrojan luz sobre una situación doméstica de dimensiones verdaderamente retorcidas, que salió a la luz por cortesía de sus compañeros de trabajo en una guardería local, un especialista en ADN y el abogado defensor Jarrett Ambeau, que juntos descubrieron que el extraño comportamiento de Anthony era un subproducto de su horrible educación. Resultó que Burt era un monstruo alcohólico y maltratador que había atormentado y aterrorizado a su primera esposa, Teresa Thompson, y luego, mediante una astuta manipulación del sistema legal, arrebató a su hijo Anthony y huyó a Luisiana, donde se había escondido durante la mayor parte de once años. Para mantener esta tapadera, había mantenido a Anthony fuera de la escuela (ya que era más fácil velar a un niño ignorante y protegido), equipado la casacon cámaras de seguridad, instaló dispositivos de rastreo GPS en los teléfonos de Anthony y Susan, y en general operó como un tirano controlador que era propenso a explotar en una furia violenta en cualquier momento.
“Para mantener esta tapadera, había mantenido a Anthony fuera de la escuela… equipado la casa con cámaras de seguridad, instalado dispositivos de rastreo GPS en los teléfonos de Anthony y Susan, y en general operaba como un tirano controlador que era propenso a explotar en una furia violenta en cualquier momento.”
Borgman relata todo esto con una mezcla estándar de entrevistas, fotografías de la escena del crimen y recreaciones dramáticas cuya monotonía se compensa con un agudo corte editorial. En particular, se beneficia de la participación de prácticamente todos los actores principales de esta historia, incluido Anthony, que incluso a los 18 años parece una cáscara de adolescente. En su conclusión, Acabo de matar a mi padre se convierte en un retrato de la crueldad a puerta cerrada que resulta escalofriante precisamente porque su autor lo ocultó tan fácilmente al mundo. Además, es un recordatorio de que a menudo la verdad sobre un crimen, y una vida, sólo puede alcanzarse comprendiendo el contexto más amplio en el que tuvo lugar. Según el título de la serie, Anthony definitivamente mató a su padre, pero la última obra de Borgman se ocupa menos de los detalles de ese fatídico acto que de los más reveladores y desgarradores que lo precedieron y lo originaron.
El hecho de que los fiscales y los tribunales encontraran una forma de comprender la situación de Anthony, y las razones por las que mató a Burt, es un ejemplo conmovedor de que el sistema hace las cosas bien. Sin embargo, las pesadillas como ésta nunca terminan con finales completamente felices, y una entrevista final con el ahora exonerado Anthony es la prueba de que, a veces, las cosas que se rompen nunca pueden volver a recomponerse totalmente.