MAIDUGURI, Nigeria (AP) – Los cinco hijos de Iza Ali siguen esperando para comer a las 3 de la tarde. No es el primer día que la familia se queda sin comer desde que huyeron de la violencia extremista en el noreste de Nigeria hace seis años.
Ella y su marido reúnen 3 dólares al día, pero rara vez es suficiente para alimentar a la familia de siete miembros. A menudo buscan verduras fuera del campo de desplazados de Jere, donde viven en las afueras de Maiduguri.
“Si no vemos comida, bebemos agua”, dice la madre de 25 años, con su hijo de 4 meses tirando de su vestido. “Sólo Dios puede ayudarnos”.
Las agencias de ayuda advierten que familias como la suya están cada vez más en riesgo en medio de una menor producción de alimentos este año en Nigeria y mientras los fondos humanitarios mundiales se desvían como resultado de la guerra en Ucrania.
La desnutrición aguda ha pasado de afectar a 1,4 millones de niños en el noreste a 1,7 millones en el último año, según Priscilla Bayo Nicholas, especialista en nutrición de la agencia de la ONU para la infancia en el estado nigeriano de Borno. En 2017, la cifra era de apenas 400.000.
“Si no los tratamos, perderemos a estos niños”, advirtió.
Al igual que Ali, muchos en el noreste de Nigeria han visto destruidos sus medios de vida desde 2009, cuando los extremistas comenzaron a librar una insurgencia en el país más poblado de África. Los atentados perpetrados por Boko Haram y su rama -el Estado Islámico en la provincia de África Occidental- han causado la muerte de más de 35.000 personas en Nigeria y en los países vecinos Chad, Níger y Camerún, mientras que al menos 2,1 millones de personas han sido desplazadas, según cifras de la ONU.
El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, se reunió con nigerianos desplazados la semana pasada durante su estancia en Maiduguri, al concluir su gira por tres países de África Occidental en una “visita de solidaridad con las víctimas del terrorismo”.
“Vi sonrisas. Vi entusiasmo. Vi esperanza”, dijo Guterres. “Y aquí es donde debemos invertir”, añadió, pidiendo 351 millones de dólares adicionales como parte de los 1.100 millones de dólares globales para el plan de respuesta humanitaria de la ONU para Nigeria.
Los desplazados, sin embargo, dicen que sus esperanzas se reducen cada día.
En el campamento de desplazados de Banki, cerca de la frontera con Camerún, el personal de la ONU atiende a más de 50.000 personas desplazadas por la violencia. El campamento está rodeado de soldados fuertemente armados y lleno de mujeres y niños cuyo futuro es incierto.
Con vendas y heridas visibles, los niños que sufren de desnutrición aguda yacen en camas bajo la atenta mirada de sus madres y cuidadores dentro del centro de nutrición del campamento.
Aquí, Mbolena, de 20 meses, se frota el vientre hinchado, que cuelga sobre su pequeño cuerpo y sus visibles venas. Su madre, Isa Ali, dice que está agradecida porque al menos “ya se siente mejor”. Junto a su cama, Maryam Hassan abraza apasionadamente a su bebé gravemente herido mientras se aferra a la vida.
Muchos más niños están atrapados en lugares a los que los trabajadores humanitarios no pueden acceder debido a los riesgos de seguridad, dijo Nicholas a The AP.
Gomezgani Jenda, de la oficina nigeriana de Save the Children International, dijo que el conflicto agrava los problemas que ya tienen los niños en la región.
“La situación humanitaria que afecta a los niños en estas zonas sigue siendo un desafío con una necesidad urgente que es aún mayor que antes”, dijo Jenda.
En muchos campos de desplazados en Nigeria, las agencias gubernamentales proporcionan alimentos mientras que las agencias de ayuda se centran principalmente en las necesidades educativas y sanitarias. Pero la cantidad que llega de la agencia de ayuda del gobierno nigeriano cada dos meses rara vez dura más de unos pocos días, dijo Mala Bukar, presidente del campamento de Jere.
El Ministerio de Asuntos Humanitarios del país no respondió a una consulta de la AP.
Las autoridades nigerianas han comenzado a cerrar algunos de los campamentos de desplazados como parte de los esfuerzos para devolver a la gente a sus pueblos de origen abandonados en una guerra que el líder de la nación, el presidente Muhammadu Buhari, dijo la semana pasada que estaba “acercándose a su conclusión.”
Más de 50.000 militantes islámicos se han rendido, según el ejército nigeriano. Sin embargo, el International Crisis Group ha dicho que la facción más dominante, ISWAP, está “consolidando su control en nuevas zonas rurales”, en partes del estado de Borno.
Ali quiere que la violencia cese allí para que ella, su marido y sus cinco hijos puedan volver a casa y cultivar. Sin embargo, los ataques inminentes la persiguen, por lo que sigue desplazada.
“Queremos volver”, dice. Pero sólo “si el monte está despejado y no hay miembros de Boko Haram que nos maten”.