Golpe en la cabaña encuentra de nuevo a M. Night Shyamalan eligiendo un proyecto de su biblioteca de lecturas perturbadoras. En esta ocasión, adapta la novela de ciencia ficción y terror de Paul Tremblay de 2018 La cabaña del fin del mundo, un título solo ligeramente menos olvidable que el de la película. Y muy parecido a El viejo la versión de Shyamalan del material original es una fuerte desviación.
Pero teniendo en cuenta cómo acaba la novela en comparación con la película, Shyamalan debería hacer que Tremblay empezara a visitar a su terapeuta cuanto antes. Porque, maldita sea, la novela es deprimente, incluso más que la película. Golpe en la cabañaque al menos sugiere un final feliz.
(Advertencia: Spoilers para Golpe en la Cabaña y La cabaña del fin del mundo abajo)
El final original
La cabaña del fin del mundo hace lo único que nada debería hacer nunca: dejar morir a un niño.
Una familia ve arruinada su apacible escapada a una cabaña cuando un grupo de cuatro evangelistas de un apocalipsis inminente aparece en su puerta y rápidamente los retiene. El grupo afirma que, de forma un tanto inexplicable, el mundo se acabará a menos que uno de los tres miembros de la familia se deje sacrificar. Cuanto más tarde la familia en elegir quién debe morir -y el reloj ya está en marcha-, peor será el apocalipsis.
En Golpe en la cabaña garantiza que Wen (Kristen Cui) llegue hasta el final, junto a papá Andrew (Ben Aldridge), la novela de Tremblay se deshace del niño de ocho años antes de que termine la historia.
Después de que Andrew consiga zafarse de la silla a la que le han atado sus captores, se dirige a coger su pistola del coche. Andrew y Leonard (interpretado por Dave Bautista en la película) luchan por el control del arma; ésta se dispara y Wen muere en el fuego cruzado.
¡Genial! ¡Quiero seguir leyendo después de esto! Por suerte, Tremblay sigue adelante después de decidir cargarse a un niño de primaria para conseguir un efecto dramático. Sin embargo, en lugar de que la muerte de Wen ponga fin al apocalipsis, Andrew y su marido Eric (Jonathan Groff en la película) aún tienen que elegir cuál de ellos será sacrificado. Como la muerte de Wen fue un accidente, no cuenta.
A partir de ahí, Eric y Andrew siguen luchando contra los sectarios que creen en el apocalipsis, así como contra su creencia de que este apocalipsis es real. Después de escapar y sobrevivir a Leonard y su tripulación, Eric sugiere brevemente a Andrew que sea sacrificado por el bien de la humanidad. Andrew se niega, ya que se niega a ceder a la voluntad de un poder superior que dejaría morir a Wen. Ese poder superior se llama Paul Tremblay, que termina su libro con ambos hombres vivos, dejando en el aire si el apocalipsis era real o no.
Por qué el final de Shyamalan es mejor
Hay innumerables problemas con La Cabaña en el Fin del Mundodesde una perspectiva externa. La ambigüedad es una evasiva, una negativa a comprometerse con lo que está en juego en la historia: ¿Está en juego la humanidad o no? Para introducir un ritmo narrativo tan despiadadamente provocador como el de un padre que mata accidentalmente a su hijo, es necesario un desenlace: ¿cómo recuperar la confianza del lector después de esto? ¿Cómo hacer que una muerte así sea necesaria para la trama, aunque no totalmente satisfactoria?
La respuesta es, para mí, hacer lo contrario de lo que Tremblay eligió hacer: responder a la pregunta planteada por tu premisa. O haces que el apocalipsis sea real o no lo hagas. Haz que las decisiones de Andrew y Eric tengan algún sentido, ya sea que su negativa a seguirles el juego egoístamente acabe en la extinción de la humanidad o que sea validada, una vez que el apocalipsis sea refutado.
Shyamalan, rey de los finales impactantes -ya sean agravantes, inesperados o ambos-, optó comprensiblemente por ir en contra del final de Tremblay. Golpe en la cabaña es mucho más satisfactorio por ello, incluso si es decididamente menos retorcido de lo que hemos llegado a esperar del director. La película hace una llamada: Eric morirá para salvar a la humanidad. Andrew criará a Wen para superar el trauma de perder a papá Eric, que pidió a papá Andrew que le disparara. Eric dice que ya puede ver un mundo mucho mejor en su mente, uno en el que Andrew y Wen (y el resto de la Tierra) vuelven a encontrar la felicidad tras evitar la destrucción total.
¿Hubiera sido más interesante narrativamente si el apocalipsis no fuera real? ¿O si Eric y Andrew se hubieran mantenido firmes y hubieran visto cómo el mundo implosionaba, con Wen a remolque? Tal vez. Pero Golpe en la cabaña sugiere que Shyamalan es ante todo un humanista; las fuerzas sobrenaturales o divinas a las que se enfrentan sus personajes deben ser superadas. E incluso si no se prescinde de ellas -después de todo, nos enteramos de que el apocalipsis es real, por lo que hay alguna entidad ahí fuera que ha juzgado que no merece la pena salvar a la humanidad-, nosotros, el espectador, debemos alentar el bien de los seres humanos. Es nuestra inclinación como personas, y Shyamalan juega con nuestra bondad innata con esta película.
Los finales -o las películas- de Shyamalan pueden ser complicados embrollos de mala narración, pero hay algo tierno en la forma en que subraya habitualmente el poder de la voluntad humana por encima de todo. Y a veces, elegir la opción difícil por el bien mayor es el mejor ejemplo de dicha fuerza de voluntad.
Andrew se da cuenta de lo cruel que ha sido el mundo con él y Eric, como matrimonio gay con una hija adoptada. Por supuesto que se resistiría a complacer a este mundo matando a su amada para salvarla. Pero tanto él como Eric no pueden dar prioridad a sus traumas pasados por encima de su creencia en la posibilidad de que su hija tenga un futuro mejor. Para Eric y Andrew tomar una decisión tan difícil no sólo es la mejor opción, sino también la correcta: Creen que los niños son el futuro. Acabar con el apocalipsis y dejar que ellos marquen el camino.
¡Sigue obsesionado! Suscríbase al boletín Obsesionados del Daily Beast y síganos en Facebook, Twitter, Instagram y TikTok.