La lucha libre profesional siempre ha tenido un subtexto homoerótico, y en México (donde el “deporte” se conoce como “lucha libre”), ha estado a flor de piel gracias a los exóticos: luchadores travestidos que sirven para señalar la homosexualidad de los heroicos luchadores heterosexuales. Conocidos por su ostentación y glamour, los exóticos son la antítesis audaz de sus adversarios machistas.
Dirigida por una fenomenal interpretación de Gael García Bernal, Cassandro es la salvaje y entretenida historia de uno de esos individuos, y del camino pionero que allanó al negarse a ocultar quién era, o a aceptar su condición de segunda clase tanto dentro como fuera del ring.
El debut en el largometraje de ficción de Roger Ross Williams, el primer cineasta negro en conseguir un Oscar (por el cortometraje documental de 2010). Música de Prudence), Cassandro es un escaparate para su cabeza de cartel, cuya interpretación del personaje real del título -cuyo nombre real es Saúl Armendáriz- es un espectáculo de expresividad abierta, vibrante y desafiante.
Bernal siempre ha sido un protagonista consumado con el espíritu de un actor de carácter, y su última película le proporciona el papel que ha estado esperando, permitiéndole demostrar toda su ferocidad, encanto y sensibilidad. Bernal nunca da un paso en falso como el famoso exótico, es una fuerza carismática de la naturaleza, su magnetismo es tan grande que eleva el drama de Williams por encima de sus elementos más torpes y tópicos.
Estrenada en el Festival de Sundance de este año, Cassandro comienza con su protagonista -con el pelo rubio decolorado en la parte superior y una complexión en forma, pero sin llegar a los huesos- llegando a un taller de coches donde se pone una máscara como sus compañeros luchadores y, bajo el apodo de El Topo (es decir, el Ratón), lo da todo en un combate predeterminado contra un goliat conocido como Gigantico (interpretado por uno de los muchos luchadores legítimos de la película). Para Saúl, se trata de un papel poco gratificante que parece prometerle un futuro de ineludible anonimato, por lo que le resulta mucho menos atractivo que los exóticos que posteriormente ocupan el centro del escenario.
Adornados con un maquillaje atrevido y ataviados con trajes ostentosos, la descarada ostentación de los exóticos es una luz brillante en este ambiente sucio y testosterónico. En un plano maravillosamente sutil que, al son de las románticas trompetas de la partitura de Marcelo Zarvos, sigue la mirada de Saúl hacia uno de estos artistas, éstos cautivan la atención de Saúl y, al hacerlo, le sugieren una posible salida de su estancamiento.
Este momento resulta ser una epifanía para Saúl, motivándole a buscar a la respetada entrenadora Sabrina (Roberta Colindrez), que actúa bajo el nombre de “Lady Anarquía”, y que acepta a Saúl y su atrevida idea: encarnar a un nuevo exótico llamado Cassandro, que rompe con la tradición al ir sin máscara y, lo que es aún más sorprendente, ganando.
En un escenario en el que se espera que los exóticos se rindan ante sus oponentes y sufran los prejuicios del público, Saúl se propone escupir fabulosamente en el ojo de una clase dirigente a la que no le gustan los cambios. Al hacerlo, se esfuerza por ser su auténtico yo, algo que se hace más difícil por su tensa relación con dos hombres que no pueden aceptar la homosexualidad y comparten un patrón similar de traición, engaño y abandono.
El primero de ellos es el padre de Saúl, Eduardo (Robert Salas), que estaba casado y tenía una familia cuando comenzó sus escarceos con la madre de Saúl, Yocasta (Perla de la Rosa). Para recuperarse de su rechazo, Yocasta arrastra habitualmente a su hijo a un campo de béisbol donde puede suspirar de cerca por su antiguo amor. Yocasta, una descarada mujer de clase trabajadora aficionada a los vestidos con estampado de leopardo, es más una mejor amiga que una madre para Saúl, y sin duda es su inspiración (junto con las actrices de telenovelas) para el atrevido estilo de Cassandro.
Desafortunadamente, Saúl también ha seguido los pasos de su madre en lo que respecta a su vida amorosa, pues se ha enfrascado en un romance con un luchador llamado Gerardo (Raúl Castillo), quien tiene esposa e hijos y sólo acepta ver a Saúl en camerinos vacíos y, por la puerta trasera, en su casa cuando su clan no está.
Cassandro es una sensación tan instantánea que llama inmediatamente la atención del promotor criminal Lorenzo (Narcos: México‘ Joaquín Cosío), que le pone en la vía rápida hacia el estrellato mientras hace que su subordinado Felipe (Benito Antonio Martínez Ocasio, alias Bad Bunny) le suministre toda la cocaína que necesita. El ascenso de Cassandro es rápido, aunque no exento de complicaciones, ya que Yocasta se inquieta por el peligro que corre suGerardo, con quien comparte una ardiente química, se eriza ante la negativa de su amante a permanecer oculta en las sombras.
Cassandro navega por esas dinámicas con aplomo, dotando a la mayoría de sus personajes de empatía y sintonizando al mismo tiempo con la desvergonzada desfachatez de Saúl, que llega a su máximo esplendor cuando entra en escena como Cassandro, con sus ojos llenos de una insolencia exuberante y burlona y sus movimientos tan juguetones como vigorosos.
Bernal irradia una personalidad de bola de fuego como Cassandro, pero la clave de su tour-de-force es el alma al mismo tiempo descarada y herida que aporta a Saúl. No hay engaño en la interpretación de Bernal, sólo una mezcla triunfante de audacia, amor y necesidad. Está tan espectacular que es relativamente fácil pasar por alto… Cassandroen una dolorosa tragedia, una aparición en un programa de entrevistas en el que un niño agradece a Saúl que le inspirara para salir del armario como gay (nada menos que ante un padre que lo acepta) y un enfrentamiento final entre Saúl y su propio paterfamilias MIA.
El hecho de que Bernal consiga vender tanto material cursi como lo hace es un testimonio de su trabajo equilibrado y elegante, y permite que la película supere sus baches de velocidad en el camino hacia un clímax que hace sentir bien, en el que Saúl aprovecha su oportunidad de triunfar en la Ciudad de México contra el legendario luchador Hijo de Santo.
Frente a los buenos papeles de Colindrez, de la Rosa y del siempre excelente Castillo, Bernal infunde Cassandro con la ternura y la determinación que exige su historia, transformando la acción en un conmovedor retrato de cómo cambiar el mundo conociendo y siendo fiel al corazón de uno mismo.
Puede que Cassandro no sea tan famoso en Estados Unidos como Hulk Hogan y Dwayne “The Rock” Johnson, pero a pesar de sus defectos intermitentes, la película de Williams defiende que, al promover una visión pionera de la fuerza y la independencia queer, merece ser considerado una leyenda de la lucha libre.
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