Durante la década de 2000, los fans del terror se vieron asediados por remakes que no eran ni queridos ni gustados, incluyendo (pero sin limitarse a) la película de 2003 La matanza de Texas, 2005’s La Niebla y The Amityville Horror, 2006’s Black Christmas, Las colinas tienen ojos, El hombre de mimbre, The Omen y Cuando un extraño llama, 2008’s Prom Night, 2009’s Viernes 13th y El Padrastroy en 2010 Pesadilla en Elm Street. Fue una era deprimente de revisiones de calidad inferior que dieron un brillo moderno a obras que nunca habían exigido ese tratamiento, y salvo alguna rara excepción (en particular, las dos películas de Rob Zombie Halloween de Rob Zombie), se trataba de un intento de sacar provecho de propiedades conocidas y fácilmente comercializables para una nueva generación de público de género ávido de algo siniestro y enfermizo que disfrutar con sus amigos un viernes por la noche.
Cuando esa tendencia murió, surgió otra, liderada por Stranger Things y otros proyectos similares que extrajeron joyas queridas de los años 70 y 80 en busca de homenajes nostálgicos. Se puede debatir si esas remezclas fueron más originales que los remakes que las precedieron, pero es en ese contexto que ahora tenemos Firestarteruna nueva versión producida por Blumhouse de la novela de Stephen King de 1980 sobre una joven con la capacidad de prender fuego a las cosas con su mente. Siempre fue uno de los primeros esfuerzos menores del autor, pero se introdujo en la conciencia del público principalmente a través de la adaptación cinematográfica de Mark L. Lester de 1984, protagonizada por una joven Drew Barrymore -recién llegada de su gran papel en E.T. el Extraterrestre-en el papel de Charlie, una niña piroquinética que se esfuerza por aceptar su rebelde hábito de provocar conflagraciones. No es que mereciera ser recordada; a pesar de un impresionante reparto completado por George C. Scott, Martin Sheen, Louise Fletcher, Art Carney, David Keith y Heather Locklear, era una película pésima que carecía de horror, suspense, personalidad o un pensamiento intrigante en su cabeza infernal.
Todo ello nos lleva a la iteración de 2022 de Keith Thomas del cuento de King, una empresa equivocada que se sitúa en la línea entre los refritos de mala muerte de hace veinte años y los homenajes más recientes de la última década. Se estrena simultáneamente en los cines y en Peacock hoy (13 de mayo), Firestarter se siente, desde el principio, casi completamente DOA-un giro algo chocante de los acontecimientos teniendo en cuenta que el director Keith Thomas anterior La vigilia era un trozo de horror religioso moderado y eficaz. La habilidad de Thomas para la acción amenazante con poca luz se hace evidente una vez más en su última película. Sin embargo, el único estado de ánimo que evoca este fiasco es el de la torpeza extrema, y la única respuesta que suscita es la confusión de por qué alguien -incluido el protagonista Zac Efron- pensó que esto merecía su tiempo o energía en primer lugar.
En una casa genérica en un pueblo sin características en una ubicación no identificada, Andy (Efron) y Vicky (Sydney Lemmon) viven con su hija Charlie (Ryan Kiera Armstrong), que es cualquier cosa menos normal, como lo demuestra una secuencia de sueño inicial en la que un bebé Charlie prende fuego a su cuna y luego a su propia cabeza. Andy se despierta de esta ensoñación conmocionado, y posteriormente encuentra a su hija jugando con un encendedor zippo en la oscuridad de su cocina. Ella habla de que “hay algo raro en mi cuerpo”, es decir, su capacidad para lanzar llamas desde el torso (también conocida como “la cosa mala”). Andy le recuerda que cuando esa sensación incontrolable la invade, debe calmarse concentrándose en los objetos cotidianos que tiene a la vista. Una vez que aparece Vicky, se ofrece a hacerles a todos tortitas, aunque como Efron no sabe venderse como padre (ni siquiera con una barba perfeccionada), este gesto de paternidad cariñosa resulta risiblemente inauténtico.
Una secuencia de créditos con imágenes granuladas de VHS aclara que, cuando eran estudiantes universitarios, Andy y Vicky formaron parte de un ensayo científico con un compuesto químico alucinógeno que les otorgó poderes telepáticos y telequinéticos, que posteriormente han transmitido a su hija fogosa. Esta situación de que el LSD es malo es un subproducto de la época específica del libro, 1980, y por lo tanto resuena como totalmente fuera de lugar en una historia de 2022. No obstante, Thomas y compañía se aferran a ella, y lanzancomo la razón por la que este clan se esconde de La Tienda, la organización clandestina responsable de su estado y ansiosa por readquirirlos para un mayor estudio de ratas de laboratorio.
Charlie se entera de este estado de cosas cuando explota de forma fulminante en la escuela (espoleada por los matones) y en casa (hiriendo a su madre), atrayendo así la atención de la capitana Hollister de The Shop (Gloria Reuben), que busca el consejo de su predecesor, el Dr. Joseph Wanless (Kurtwood Smith), y recluta a otro sujeto de pruebas mejorado -el John Rainbird de Michael Greyeyes- para dar caza a Charlie. En poco tiempo, Andy y Charlie huyen de los poderes fácticos, cuya oscura nefandad es también un remanente de los años 70. Por desgracia, toda su odisea es un camino sin retorno y sin acontecimientos, que sólo incluye paradas en un callejón detrás de un edificio (donde Charlie fríe graciosamente a un gato hasta dejarlo crujiente) y en la residencia de un anciano (John Beasley) al que Andy controla mentalmente para que les ayude a huir.
“Este escenario en el que el LSD es malo era un subproducto de la época específica del libro, 1980, y por lo tanto resuena como totalmente fuera de lugar en una historia de 2022.”
Decir que no pasa nada en Firestarter es un eufemismo; rara vez una película ha dado menos pasos narrativos que ésta, y al mismo tiempo no se ha permitido más que diálogos expositivos. El guión de Scott Teems es tan plomizo e inerte que Thomas y su reparto son incapaces de inyectar cualquier impulso o vitalidad en el proceso. Los pocos intentos de sobresaltos son lamentablemente ineficaces; las escenas de muerte son incruentas y poco imaginativas; y los efectos de fuego son poco convincentes. Las imágenes salen volando de las paredes, Efron sangra por los ojos (como consecuencia de emplear sus poderes de “empuje”) y Charlie acaba afinando y controlando su don, pero el guión de Teems es un asunto lento que evita la propulsión a la carrera de la novela de King, que era su principal (¿única?) baza.
Peor, Firestarter cuenta con una partitura de sintetizador de la leyenda del terror John Carpenter que, cuando se une a las últimas tomas de Charlie paseando por los suburbios en bicicleta con una sudadera con capucha, hace que las cosas entren en el territorio de la regurgitación de una regurgitación, como si la película se hiciera eco deliberadamente de Stranger Thingsde una imitación de Firestarter y su estirpe sobrenatural/sci-fi de los 80. Un plano final que termina con la sub-Halloween de Carpenter sobre los créditos finales en rojo se esfuerza descaradamente por acariciar ese punto dulce de la nostalgia, pero en ese punto de este recauchutado sin propósito, lo único que uno siente es alivio por haber terminado.