La industria del porno vende sexo, pero sobre todo vende la ilusión de que sus actores y actrices obtienen una gran satisfacción personal y carnal de su trabajo. Por ello, el título de Placerel drama del director Ninja Thyberg sobre una joven sueca que llega a Los Ángeles decidida a ser la próxima superestrella del cine para adultos, que se estrenó en el Festival de Cine de Sundance de 2021 y llega a los cines estadounidenses el 13 de mayo en un corte explícito y sin clasificación. Retratando lo que es navegar por el negocio desde una perspectiva interna en primera persona (repleta de un elenco de veteranos de la vida X), la película puede no tener algo totalmente revelador que decir sobre su tema, pero sin embargo incisivamente y auténticamente sostiene que en este mundo escabroso, una buena parte de las mujeres no están realmente disfrutando.
Al llegar a Los Ángeles, Linnéa (Sofia Kappel) se hace llamar Bella Cherry y se instala en una “casa de modelos” que comparte con otras aspirantes a estrellas y que es propiedad de Mike (Jason Toler), su agente y proxeneta de facto. Sin embargo, antes de dar esos detalles, Placer comienza con Bella, de 19 años, en su primera sesión porno, que está precedida por un ritual que implica la firma de un formulario de consentimiento, la aprobación de sus honorarios de 900 dólares, la garantía de que no está bajo los efectos de las drogas o el alcohol, la aceptación de una prueba médica que confirme que no tiene enfermedades de transmisión sexual, y la exhibición de su documento de identidad y un periódico a una cámara de iPhone para verificar su edad. Esto último hace que todo el asunto parezca una situación casi de rehenes, y esa impresión continúa una vez que ella hace sus cosas subidas de tono para una colección de tíos cuyas risas y palabras sucias son tan inquietantes como sus falsas sugerencias tranquilizadoras -una vez que ella se lo piensa mejor- de “superarlo y pasarlo, ¡pero sin presión!”.
Este escenario se repetirá en Placery en formas cada vez más angustiosas, a medida que Bella se esfuerza por superar sus reparos y transformarse en una reina de la obscenidad. En el rodaje inicial, Bear (Chris Cock) le dice que vigile su espalda en su nueva residencia porque sus compañeros de piso son propensos a robarle y a apuñalarla por la espalda para conseguir actuaciones. Esto le hace mirar con recelo a todos ellos, incluida Joy (Revika Anne Reustle), una descarada recién llegada de Florida que, durante una ronda de entrevistas con los productores, anuncia su voluntad de hacer todo y cualquier cosa bajo el sol. Las referencias de Joy a creampies, gangbangs, blowbangs, anales y más indican no sólo su falta de inhibición, sino también su conocimiento práctico sobre el campo, y aunque no se traduce necesariamente en el éxito para ella, educa a la más ingenua Bella sobre las longitudes de todo lo que se requiere para hacerla grande.
Esa lección se refuerza cuando asiste a una sesión de fotos cuyo centro de atención es Ava (Evelyn Claire), de quien Bella se entera que es una “chica Spiegler” representada por el mega-agente Mark Spiegler (que se interpreta a sí mismo). Ava es una belleza seductora, así como una competidora arrogante y condescendiente, y se ríe de la inexperiencia de Bella para posar en fotos de diseño, obligando a Joy a acudir en su ayuda y, de paso, a revelarse como una amiga de confianza. Sin embargo, la camaradería no es suficiente para perdurar en esta profesión; una piel gruesa y la aptitud para soportar la miseria son habilidades más relevantes y necesarias. Bella lo deduce por sí misma y por las historias de sus compañeros de casa, uno de los cuales revela con ligereza que una vez Mike la envió a una actuación que acabó siendo simplemente un cliente con una cámara que nunca se usó, un trabajo de prostitución descarado al que ella accedió porque, después de todo, el tipo pagaba en efectivo.
Placer sabe de lo que habla. La acción está impregnada de varios toques que proporcionan una visión del día a día de la industria del porno, desde los interminables selfies y vídeos que se toman en las habitaciones y en las habitaciones de los hoteles para las cuentas promocionales de las redes sociales, hasta las fiestas en las que las redes son la norma en las alfombras rojas y alrededor de las piscinas de lujo, pasando por el retorcido carácter espeluznante de los propios platós de rodaje. Resulta que esas casas absurdamente opulentas y esos almacenes húmedos están poblados casi exclusivamente por hombres que fingen compasión por sus compañeras para convencerlas de que se degraden para la cámara y para los interesados en consumir ese contenido, que, como demuestra el viaje de Bella a la exposición de la AVN en Las Vegas, son en su mayoría hombres. Tanto si se trata de una actuación de S&M en la que Bella es atada con nudos y colgada del techo mientras es asfixiada, como si se trata de un dos contra uno mucho más duro que amenaza con romper su espíritu, obligando aque elija entre su culpa y su fracaso, o su vergüenza y su ambición- la película capta y censura sobriamente este universo por su fea misoginia sistémica.
“Tanto si se trata de una actuación de S&M en la que Bella es atada con nudos y colgada del techo mientras es asfixiada, como si se trata de un dos contra uno mucho más duro que amenaza con quebrantar su espíritu -obligándola a elegir entre su culpa y su fracaso, o su vergüenza y su ambición- la película capta y censura sobriamente este universo por su fea misoginia sistémica.”
Aunque el guión de Thyberg y Peter Modestij es gráfico, la película se niega a cosificar a Bella de la misma manera que lo hace la industria; la cámara de la fotógrafa Sophie Winqvist Loggins es respetuosa e inquisitiva mientras Bella persigue su sueño a través de oportunidades cada vez más duras. Una cautivadora Kappel desprende una mezcla de sensibilidad, empuje y cinismo que es necesaria para atravesar este medio, y en sus numerosos primeros planos, transmite los estragos que este trabajo causa en los intérpretes, y los procesos de pensamiento necesarios para seguir luchando.
La degradación de Bella llega a su punto álgido con una traición, así como con una escena posterior en la que se le pide que asuma el papel masculino en un encuentro lésbico y disfruta de la oportunidad de repartir lo que previamente se ha visto obligada a recibir. Placer es el retrato de un negocio en el que los hombres utilizan a las mujeres para sus propios fines, y luego convencen a esas mismas mujeres de que así es como funcionan las cosas y, como resultado, de que deben comportarse de la misma manera. En un entorno así, la corrupción es inevitable, y la única forma de sobrevivir a ella, al menos según la película de Thyberg, es aceptar primero que hablar de empoderamiento y placer no son más que herramientas utilizadas por los manipuladores para conseguir lo que quieren, y luego parar el carro y abandonar el viaje antes de que te destruya por completo.