El último baile de Magic Mike’ es una despedida de la franquicia sexy y fascinante

 El último baile de Magic Mike’ es una despedida de la franquicia sexy y fascinante

Han pasado 11 años desde que Channing Tatum lo desnudó todo por primera vez en Magic Mike, y sin embargo Magic Mike’s Last Dance demuestra que todavía tiene un truco o dos en su tanga.

La última película del director Steven Soderbergh es una trilogía que es al mismo tiempo una continuación de sus predecesoras y, en términos de escenario, historia y tono, un atrevido cambio que culmina una de las trilogías más calientes del cine. Es una coda de cuento de hadas, sensual, lírica y liberadora, que ofrece entretenimiento masculino e irradia un nuevo grado de tierno romanticismo.

Tras ceder la dirección a Gregory Jacobs en 2015, vuelve a ponerse detrás de la cámara. Magic Mike XXL, Soderbergh vuelve a confirmar su camaleónica sensibilidad artística con El último baile de Magic Mikeque evita tanto el amor directo e inmerso en la subcultura de la primera entrega de la serie como el alborotado entusiasmo de viaje por carretera de su secuela.

Puede que esto no guste a los que sólo esperan más de lo mismo, pero Soderbergh nunca ha sido un autor que se contente con ir sobre seguro, y su regreso a este entorno de giros y golpes secos es un desvío previsiblemente impredecible que -inspirado por la Magic Mike Live que se inspira en los espectáculos de Magic Mike Livecreados por las películas. Pretty Woman .

El último baile de Magic Mikeestá narrada por Zadie (Jemelia George), la hija adolescente de Max Mendoza (Salma Hayek), que se cruza con Mike cuando éste ejerce de camarero en su lujosa recaudación de fondos en Miami. Abatido por la quiebra de su negocio de muebles a medida -otra de las muchas crueles víctimas de COVID-19-, Mike se las apaña para salir adelante. Sin embargo, un encuentro casual en esta fiesta con Kim (Caitlin Gerard), una abogada a la que impresionó una década antes vestida de policía en una fiesta de una hermandad, hace que le recomiende a Max, que está pasando por un desagradable divorcio con su ex Roger, un magnate de los medios de comunicación, y a la que le vendría bien que le levantaran el ánimo.

En un encuentro que pasa de lo incómodo a lo fogoso en cuestión de instantes, Max le pide torpemente a Mike que baile para ella por la friolera de 6.000 dólares, y aunque esa suma es inferior a los absurdos 60.000 dólares que le ofrece inicialmente, es más que suficiente para obligarle a salir de su retiro para un último encuentro.

La actuación de Mike para Max en el salón de su casa, con ventanas que van del suelo al techo y vistas al agua al atardecer, es un espectáculo erótico inolvidable, ya que Mike se desliza con facilidad en su ondulante rutina. Desde una silla, pasando por una mesa de centro, una estantería o los ventanales, Mike hace vibrar el mundo de Max y, una vez que han consumado literalmente su pasión de mayo a diciembre -un hecho tan inevitable que el corte de Soderbergh en el que aparecen en la cama parece una broma irónica-, Max le hace una oferta increíble al antiguo director del club Xquisite: ir con ella a Londres durante un mes (a cambio de los 60.000 dólares que él le pedía) y aceptar el trabajo de su vida.

Sin nada que le ate a su ciudad natal de Miami, Mike aprovecha la oportunidad y casi inmediatamente es trasladado en un jet privado al Reino Unido. Allí, se reencuentra brevemente con sus alentadores compañeros (que no han cambiado) y conoce a Victor (Ayub Khan Din), el leal chófer-ayudante de Max, así como a Zadie, una chica tranquila y estudiosa (escribe una novela en su tiempo libre) que mira con recelo la actual obsesión de su madre.

Zadie afirma que Max nunca cumple los proverbiales terceros actos de su proyecto favorito, lo que parece un reto que Soderbergh y el guionista Reid Carolin se propusieron con El último baile de Magic Mike. Sin embargo, antes de que la película alcance su clímax, se instala en un cómodo y sedoso ritmo en The Rattigan, un opulento teatro que Max ha adquirido a través de su (actual) acuerdo matrimonial.

Max contrata a Mike para remodelar una sofocante obra de teatro ambientada en el siglo XIX y convertirla en una expresión moderna de evasión, placer y libertad feministas, en la que él ejerza de director en lugar de protagonista. Mike, sabiamente, no rechaza esta oportunidad única de convertir “Pony” en algo elegante, y él y Max empiezan a hacer audiciones a una serie de bailarines -algunos entrenados formalmente, otros formados en las aceras de Londres- capaces tanto de subir la temperatura de las mujeres (con o sin camiseta) como de reimaginar las maniobras y la energía tradicionales del striptease como algo más pulido y elegante.

Preocupado por el daño que una producción tan caliente podría causar a la reputación pública de su familia, así como interesado en simplemente joder a su ex esposa, Roger intenta enen múltiples ocasiones para detener el empeño de Max y Mike, lo que lleva a la que quizá sea la secuencia más divertida de la película: Las bailarinas de Mike espiando a escondidas a la burócrata Edna (Vicki Pepperdine), que tiene la llave para aprobar las reformas del Rattigan, y luego deleitándola con un baile coreografiado en un autobús urbano.

No obstante, hay poco conflicto legítimo en El último baile de Magic Mike y el que existe se refiere a los sentimientos latentes de sus protagonistas el uno por el otro. Ayudado por la erudita voz en off de Zadie, que subraya el tema, Soderbergh proyecta su drama como una ensoñación de cuento de hadas, encuadrando sus imágenes para conseguir la máxima sensualidad (un plano inclinado de Mike y Max en la cama es una maravilla casual) y codificando su acción en cálidos azules, atractivos amarillos y sensuales rojos que transforman el material en una fantasía de deseo empoderado.

A pesar del título, el Mike de Tatum juega un papel secundario frente a la Max de Hayek, una imponente aunque herida mujer mayor cuyo ansia de liberación y rejuvenecimiento (por no hablar de venganza) se ve reflejada en el espectáculo viejo convertido en nuevo que produce con Mike, así como en las modificaciones arquitectónicas que realiza en su teatro. Soderbergh no se detiene demasiado en ningún detalle de la trama porque su verdadero objetivo es el calor entre sus dos protagonistas, que culmina durante el prolongado final con la atrevida revista de Mike.

El último baile de Magic Mikellega a su punto álgido con una variada serie de números que son igualmente deudores de los clubes de striptease, la danza moderna y el cine clásico, y están rodados por el director (que también es el director de fotografía) con una elegancia chisporroteante. Mejor aún es la “danza acuática” final de Mike y una bailarina que incorpora varios momentos de su relación con Max. Un acto indirecto para decir “gracias” y “te quiero”, que resulta seductor por sí solo, y cuya electricidad se ve amplificada por los cortes transversales de Soderbergh entre el presente y el pasado de la pareja, realzados por breves primeros planos de Hayek y Tatum.

La capacidad de la danza para curar, rehacer, renovar y unir es celebrada por El último baile de Magic MikeEl último baile de Magic Mikeque deja a un lado el bullicio de los choques y el machaqueo para dar paso a un erotismo íntimo, incluso cuando amplía su lienzo a nuevas dimensiones. Es un baile erótico de despedida que resulta aún más atractivo por ser tan inesperado.

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