El mal comportamiento’ de Sundance es una pesadilla incoherente entre madre e hija

“Eres una puta pesadilla tóxica”, escupe un personaje en Mal comportamiento a Lucy (Jennifer Connelly), y en muchos aspectos, es una valoración acertada de la madre divorciada. Desgraciadamente, uno oye y ve la desdicha de Lucy mucho más de lo que la comprende, y ese defecto resulta ser emblemático del primer esfuerzo como directora de la actriz neozelandesa Alice Englert, que se esfuerza por escudriñar las relaciones madre-hija a través de una lente oscuramente cómica y sólo consigue una incoherencia chirriante.

Estrenada en el Festival de Sundance de este año en la sección World Cinema Dramatic Competition, Bad Behaviour elude la puesta en escena desde el principio, salvo por una breve conversación telefónica entre Lucy en Oregón y su hija veinteañera Dylan (Englert) en Nueva Zelanda, durante la cual ambas fingen estar demasiado ocupadas para hablar antes de que la llamada se interrumpa.

Esto implica que su relación es tensa hasta el punto del distanciamiento tanto físico como emocional. Sin embargo, no es hasta mucho más tarde cuando surge algo parecido a la claridad sobre su situación. Peor aún, una vez que finalmente se reúnen, las cosas sólo se aclaran un poco, y sólo en lo que respecta a los detalles; la exposición que los dos sueltan mientras discuten sobre conflictos pasados llena algunos espacios en blanco básicos, pero apenas ofrece una idea real de su tensa dinámica.

El quid de la cuestión parece ser que Lucy era una pésima madre debido a su depresión y al distanciamiento e insensibilidad resultantes, todo ello provocado por el amargo vínculo de Lucy con su propia madre. Para hacer frente a su insatisfacción, Lucy se ha embarcado en el último de una larga serie de retiros, esta vez a una apartada escapada rural donde ella y otras personas pasan el tiempo en un seminario titulado “Piérdete con Elon Bello”.

Interpretado por Ben Wishaw, Elon es un sabio de voz suave que hace que sus alumnos de pago se sienten por turnos frente a él en una silla y expresen sus profundos, oscuros y vergonzosos secretos. Para Lucy, eso tiene que ver con sentirse odiada y abandonada por sus seres más cercanos, así como con un vago descontento por haberse visto obligada, cuando era adolescente, a seguir una carrera en Hollywood que desembocó en un breve papel protagonista en un popular programa de chicas guerreras.

Ese detalle parece relevante en el momento, pero como la mayoría de los aspectos de Mal comportamiento, es un hilo potencialmente intrigante que se descarta casi al instante. En lugar de proporcionar información básica sobre Lucy, Englert intenta transmitir quién es pasando tiempo en su compañía.

Lo que queda claro es que es una persona ansiosa e inquieta que anhela la iluminación que Elon promete -y que, en una tranquila charla individual cerca de un par de cubos de basura, dice haber conseguido- y que, sin embargo, no soporta este enclave, donde se pide a los participantes que se investiguen a sí mismos a través de un intercambio sincero y largos ratos de silencio. El hecho de que todo el mundo aquí es un crédulo bobo en desorden es difícil de pasar por alto, incluso para Lucy, que acaba sintiéndose especialmente molesta por la modelo de perfumes Beverley (Dasha Nekrasova), que rápidamente corresponde a su antipatía.

En Mal comportamiento enfrenta a Lucy y Beverly, sobre todo en una conversación de grupo marcada por la competitividad de la Nueva Era, también se sitúa en Nueva Zelanda, donde Dylan trabaja como especialista en una película de fantasía junto a una atractiva colega.

Encarnada por Englert, Dylan es una joven impulsiva y excitable que no teme sufrir algunos golpes y magulladuras y se contenta con flirtear con su compañero de trabajo, lanzarse por ahí con un desenfreno casi temerario y tratar sus heridas con bolsas de hielo y alcohol. Aunque Englert escribió e interpreta el personaje, Dylan se siente tan a medio formar como Lucy, y no se desarrolla ni siquiera una vez que los dos personajes sufren calamidades simultáneas (aunque diferentes) que les obligan a volver a conectar y, en el proceso, a reconciliarse.

Se supone que esos violentos incidentes paralelos tienen que ser divertidos, pero como ocurre con gran parte de Mal comportamientoSin embargo, como ocurre con gran parte de Bad Behaviourel tono que pretende Englert sigue siendo evasivo, y más que un poco desconcertante, con la combatividad cáustica de Lucy y la angustia de Dylan (que aparentemente la ha llevado a su ruda profesión) que nunca resuenan como genuinas.

Gran parte de ello se debe al tambaleante guión del guionista y director, que es a la vez directo y frustrantemente oblicuo. La mayor parte de los devaneos, el desasosiego y la inquietud tienen lugar en Oregón y Nueva Zelanda, y todo ello se percibe como el tipo de teatralidad superficial que sirve para un buen tráiler, pero que fracasa en una historia que carece de forma, profundidad e impulso.

Saliendo de Top Gun: MaverickEn Top Gun, Connelly emite muchos gestos, su lenguaje corporal es alternativamente enroscado e inquieto, y su rostro está en un incesante estado de inquietud, ya sea mirando a compañeros idiotas, enfureciéndose ante una luz brillante que no deja de parpadear justo al otro lado de la ventana de su habitación, o poniendo los ojos en blanco ante Elon, que pronto se revela como un charlatán con nada más que aire caliente robado que dispensar.

Un ejercicio en el que todo el mundo finge ser una madre o un bebé subraya que Lucy es tanto el horrible monstruo que dice ser como, en el fondo, una niña herida. Sin embargo, a pesar de su enorme esfuerzo, Connelly no consigue que su antipática protagonista resulte convincente porque, en casi todo momento, su actuación se hace notar. Su interpretación es un caso de esfuerzo que socava la autenticidad.

Mal comportamiento El tercer acto de Lucy y Dylan es de alguna manera más serpenteante que el material que lo precede, trazando la incómoda relación de Lucy y Dylan y los irritados intentos de resolver sus diferencias al mismo tiempo que Lucy intenta, sin mucho entusiasmo, evitar la cárcel con la ayuda de un abogado de oficio (Karan Gill).

Una prolongada secuencia en la que se pide el desayuno busca en vano la risa y va seguida de una caminata por el bosque que presenta tantos acontecimientos, declaraciones y acciones inverosímiles que es difícil saber si se trata de otra de las secuencias oníricas de la película, una de las cuales, para exacerbar aún más la construcción desordenada de la película, incluye animación.

Tras un fugaz cameo de El poder del perro directora Jane Campion (la madre de Englert) y una cita romántica de absurdo disparate,Mal comportamientollega a su clímax con más posturas en la cima de una montaña, un destino apropiado para una película que sólo consigue alcanzar constantemente nuevos niveles de gravedad.

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