MIAMI (AP) – El jefe de la Organización de Estados Americanos (OEA) ha difamado injustamente la reputación de un abogado brasileño al que despidió abruptamente de su cargo como principal guardián de los derechos humanos en la región, según un nuevo fallo administrativo que arroja una dura luz sobre las gestiones internas del grupo con sede en Washington.
La decisión tomada el lunes por el principal panel de revisión de la OEA se deriva del esfuerzo ampliamente condenado del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, en 2020 para destituir al jefe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Es el segundo fallo administrativo que cuestiona el liderazgo de Almagro en otros tantos meses y llega tras las acusaciones de que el diplomático de origen uruguayo violó el código de ética de la OEA al mantener una relación romántica con una empleada mucho más joven.
A principios de 2020, los comisionados aprobaron por unanimidad la renovación del contrato de cuatro años de Paulo Abrao al frente del organismo de vigilancia de los derechos humanos, un órgano independiente bajo el paraguas de la OEA encargado de investigar los abusos de los gobiernos de la región.
Pero su decisión fue bloqueada por Almagro, quien casi nueve meses después dijo que no podía aprobar el nombramiento de alguien responsable de fomentar un ambiente de trabajo marcado por decenas de denuncias de favoritismo, conflictos de intereses e impunidad para los empleados acusados de acoso sexual.
“Es gravísimo ignorar estos derechos”, dijo entonces, insistiendo en que no tenía ningún interés en elegir la dirección de la comisión, sino que defendía a los funcionarios. “Eso ya no es una complicidad pasiva; es un encubrimiento activo”.
El tribunal administrativo, en su fallo de 81 páginas, identificó numerosos casos de lo que llamó “desconcertante” violación de los derechos del debido proceso de Abrao, impulsados por Almagro y la defensora del pueblo de la OEA, Neida Pérez.
El 10 de agosto de 2020 -días antes de que expirara el contrato de Abrao- Pérez envió a Almagro, Abrao y la comisión un informe sin fecha en el que se detallaban las quejas sobre el ambiente de trabajo. En el informe, recomendaba que se adoptaran medidas urgentes para mitigar los problemas existentes, aunque evitaba instar a que se iniciara un procedimiento disciplinario, tal y como exigía su función de árbitro imparcial en los conflictos laborales.
Pero cuatro días después, en un correo electrónico sólo dirigido a Almagro, recomendó que no se renovara el contrato de Abrao, algo que, según la mayoría del panel, levanta sospechas y “refleja una lamentable falta de transparencia, trato justo y manejo ordenado de las comunicaciones oficiales con altos funcionarios de la OEA.”
Los jueces dijeron que también encontraron pruebas de que las 61 quejas que Almagro citó como base para destituir a Abrao pueden no haber existido como se describen y pueden haber consistido sólo en “visitas” a la oficina que implican objeciones contra varios empleados, no sólo Abrao. En cualquier caso, nunca se inició una investigación formal y Abrao no tuvo la oportunidad de defender su historial antes de ser destituido.
Para compensar los daños morales, profesionales y personales, el tribunal ordenó a la OEA que proporcionara a Abrao 12 meses de salarios atrasados. También ordenó a Almagro que firmara una carta de verificación de empleo en la que se indicara que Abrao no tenía ninguna investigación disciplinaria cuando su contrato expiró.
“Me vi dramáticamente afectado por estas irregularidades y la sentencia no me satisface del todo, ni material ni jurídicamente”, dijo Abrao en una declaración a The Associated Press. “Pero revela una falta de responsabilidad por parte de la OEA que seguramente los Estados -como financiadores- y la sociedad civil deben examinar con diligencia”.
La OEA dijo que el secretario general siempre cumple con el fallo y las recomendaciones del tribunal. Pero señaló que el tribunal desestimó una de las reclamaciones de Abrao, a saber, que su contrato fue rescindido ilegalmente por el secretario general, determinando en cambio que había expirado.
La oficina de Almagro no dio ninguna indicación de que fuera a abandonar su apoyo a la asediada defensora del pueblo, afirmando que respeta los mecanismos de control y supervisión independientes de la OEA.
“La Secretaría General de la OEA siempre salvaguardará y reconocerá el derecho de las víctimas a decidir si formalizan o no sus denuncias”, dijo el portavoz Gonzalo Espariz en un comunicado.
El fallo es el segundo en otros tantos meses que cuestiona la gestión de Almagro en materia de personal.
En agosto, el tribunal criticó al secretario general por despedir a un veterano gestor estadounidense, Steven Griner, al que un diplomático nombrado por Trump culpó de haber orquestado supuestamente una campaña de rumores sobre la política estadounidense hacia Honduras. El tribunal restituyó a Griner y culpó a Almagropor secundar un desacreditado informe del inspector general basado en lo que llamó una “flagrante falsedad”.
El mismo inspector general que investigó a Griner está dirigiendo ahora una investigación interna contra Almagro por las acusaciones de que mantuvo una relación íntima con una empleada dos décadas menor que él que podría haber violado el código ético de la organización.
Almagro ha negado cualquier infracción, afirmando que nunca supervisó el trabajo de la mujer ni participó en ninguna decisión relacionada con el empleo. Sin embargo, en varias biografías en línea, así como en fotos con Almagro tan recientes como las de marzo, algunas de ellas publicadas en las cuentas de medios sociales de la OEA, la mujer es descrita como “asesora” o a veces “asesora principal” del secretario general.
Almagro fue elegido como jefe de la OEA en 2015 con un apoyo casi unánime tras haber sido ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno de izquierdas de Uruguay.
Una vez instalado en Washington, hizo causa común con Estados Unidos al oponerse a los gobiernos socialistas de Cuba y Venezuela, e incluso una vez imitó la frase del presidente Donald J. Trump de que no descartaría el uso de la fuerza militar para destituir al presidente venezolano Nicolás Maduro.
Fue reelegido en 2020 con el apoyo de 23 de los 34 Estados miembros de la OEA.
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