TOKIO (AP) – El Gabinete de Japón decidió formalmente el viernes celebrar un funeral de Estado el 27 de septiembre por el asesinado ex primer ministro Shinzo Abe, en medio de un debate nacional sobre el plan, que algunos critican como un intento de glorificar una figura política divisiva.
Abe fue asesinado a principios de este mes durante un discurso de campaña en la ciudad occidental de Nara, conmocionando a una nación conocida por su seguridad y su estricto control de armas. El presunto pistolero fue detenido inmediatamente después del tiroteo y está siendo interrogado mientras las autoridades tratan de presentar formalmente cargos de asesinato.
El secretario jefe del Gabinete, Hirokazu Matsuno, dijo que un funeral de Estado es apropiado debido a las “distinguidas contribuciones” de Abe como el líder japonés que más tiempo ha estado en el cargo y su “destacado liderazgo y acciones decisivas” en amplias áreas, incluyendo la recuperación económica, la promoción de la diplomacia centrada en la alianza entre Japón y Estados Unidos, y la reconstrucción tras el desastre del tsunami de 2011.
Matsuno dijo que el funeral será una ceremonia no religiosa que se celebrará en el Nippon Budokan, un estadio construido originalmente para los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964 que desde entonces se ha convertido en un lugar popular para los deportes, conciertos y eventos culturales. El gobierno también celebra un servicio conmemorativo anual el 15 de agosto para recordar la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial en este estadio.
Se invitará a dignatarios extranjeros al funeral de Estado de Abe, dijo Matsuno, aunque aún no se han determinado más detalles, como el coste estimado y el número de asistentes.
El primer ministro, Fumio Kishida, anunció la semana pasada planes para un funeral de Estado que algunos ven como un movimiento para estabilizar su control del poder, complaciendo a los ultraconservadores que apoyaron a Abe, que lideró el ala más grande del partido.
El plan ha recibido una reacción mixta de los líderes de la oposición y del público. Algunos se oponen al uso del dinero de los impuestos en el evento, mientras que otros critican al partido gobernante de Kishida por politizar la muerte de Abe para glorificarlo y tratar de poner fin al debate sobre su legado altamente divisivo, incluyendo sus políticas diplomáticas y de seguridad de línea dura y su postura revisionista sobre la historia de la guerra.
El jueves, un grupo civil que se opone a los planes para el funeral de Estado de Abe presentó una solicitud de medida cautelar pidiendo al Tribunal de Distrito de Tokio que suspenda la decisión del Gabinete y el presupuesto para el evento, diciendo que un funeral patrocinado por el Estado sin la aprobación del Parlamento viola el derecho constitucional a la libertad de creencias.
Decenas de manifestantes se plantaron el viernes ante la Oficina del Primer Ministro para oponerse a la decisión del Gabinete. Un líder de la oposición, Mizuho Fukushima, dijo que la decisión no se basaba en el consenso público, no tenía base legal y debía ser desechada.
El funeral privado de Abe se celebró ya en un templo de Tokio y contó con la asistencia de unos 1.000 dolientes, entre los que se encontraban legisladores, líderes empresariales y otros.
El asesinato de Abe arrojó luz sobre los cuestionables vínculos que durante décadas han mantenido él y su partido con la Iglesia de la Unificación.
El presunto asesino, Tetsuya Yamagami, de 41 años, ha declarado a la policía que mató a Abe por sus vínculos con un grupo religioso al que odiaba. Sus relatos y otras pruebas sugieren que estaba angustiado porque las enormes donaciones de su madre a la iglesia habían llevado a la familia a la bancarrota.