Muchas estrellas de cine, directores, historiadores y políticos (y ciertamente Oprah) han alabado a Sir Sidney Poitier. La leyenda ganadora del Oscar, fallecida a los 94 años el pasado mes de enero, no sólo era un intérprete profundamente magnético y carismático, sino que fue un símbolo radical durante la blanquísima Edad de Oro de Hollywood y una rara fuerza unificadora en un país segregado.
Estos testimonios de la magnitud de Poitier como artista y el efecto que tuvo en el público interracial en los años 50 y 60 proporcionan gran parte de Sidney, un nuevo documental de Apple TV+ que se estrena en el Festival Internacional de Cine de Toronto y que estará disponible en streaming el 23 de septiembre.
Dirigido por Reginald Hudlin (cuyos créditos incluyen House Party y Boomerang) y producido por Oprah Winfrey, la película, de casi dos horas de duración, es un examen exhaustivo de la vida personal y profesional del actor y de su activismo durante el movimiento por los derechos civiles. Además de un episodio de PBS American Masters en el año 2000, el Lirios del Campo estrella no ha sido objeto de un gran documental a pesar de sus contribuciones sísmicas al medio visual. Sidney es un intento formal de dar al icono cultural sus flores e iluminar el peso que tuvo como representante de los negros americanos en la pantalla.
Sidney comienza con una conmovedora historia sobre el casi nefasto nacimiento de Poitier en Miami, Florida, en 1927. Nacido dos meses antes de lo previsto en el seno de unos agricultores de tomates de Bahamas, el actor nos cuenta con toda naturalidad, a través de una voz en off, que “no estaba destinado a sobrevivir”. Su padre, Reginald Poitier, se presentó en la casa donde su madre, Evelyn, estaba dando a luz con una caja de zapatos preparada para desechar su cuerpo hasta que Poitier salió adelante milagrosamente. Esta anécdota, mencionada de nuevo más adelante en la película, sirve como metáfora más amplia de la sorprendente trayectoria profesional de Poitier durante una época extremadamente hostil para los negros estadounidenses. También nos viene a la mente cuando oímos hablar de las amenazas físicas que recibió de la policía y del Ku Klux Klan tras trasladarse a Estados Unidos desde las Bahamas a los 15 años.
El resto de Sidney se mueve en orden cronológico, desde la adaptación de Poitier al opresivo clima racial de Estados Unidos como inmigrante de una isla predominantemente negra hasta su paso como productor y director en los años 70 y 80. Poitier es el narrador principal del documental y la cabeza parlante al principio de la película y hacia el final. Es de suponer que no pudo participar en las partes en las que su ausencia es más bien notable. Sin embargo, cuando Poitier está presente, el documental se beneficia de su actitud dominante y su tono cautivador mientras nos guía a través de los momentos más profundos de su vida.
El documental ofrece al espectador una visión bastante sólida de la carrera de Poitier una vez que salió de la escena teatral e irrumpió en Hollywood. Actores como Morgan Freeman, Halle Berry y Denzel Washington hablan de la importancia de verle en No Way Out, Los desafiantes, Una pasa al sol, En el calor de la noche y Lirios del campomientras que los críticos Nelson George y el difunto Greg Tate aportan algo de contexto histórico para estos personajes. Por supuesto, la película se enfrenta a los mensajes políticos pasados de moda y a la naturaleza didáctica de algunos de los papeles más emblemáticos de Poitier, como en Adivina quién viene a cenar, y la acusación de ciertos espectadores negros de que estaba cumpliendo una fantasía blanca liberal de un hombre negro “respetable”.
“Es aquí donde ‘Sidney’, inadvertidamente, argumenta a favor de un documental completamente separado centrado únicamente en la contradicción de Poitier como símbolo revolucionario y conservador de la negritud durante los movimientos de derechos civiles y del Poder Negro.”
Es aquí donde Sidney sin darse cuenta, plantea el argumento para un documental completamente independiente centrado únicamente en la contradicción de Poitier como símbolo revolucionario y conservador de la negritud durante los movimientos de derechos civiles y del Poder Negro. También se podría dedicar una película entera a su amistad durante décadas con Harry Belafonte, con el que aparentemente se peleó como “un matrimonio”. Obtenemos breves destellos de su singular hermandad como principales camaradas -y competencia- en Hollywood y compañeros en el activismo por los derechos civiles. En la segunda mitad de la película, se menciona brevemente una tensa discusión entre ambos después de que Belafonte sugiriera que celebraranuna manifestación en honor a la muerte de Martin Luther King Jr. que Poitier consideraba de mal gusto. Los dos no volverían a hablar hasta que trabajaron en la película del Oeste de 1972 Buck y el predicador. Ver a los ancianos actores reanudar su amistad en el plató es una de las partes más conmovedoras de la película.
En general, Sidney es una película biográfica bastante sencilla, con poca o ninguna experimentación visual o narrativa. Sin embargo, consigue cautivar a un hombre y un tema complejos. El documental hace lo que se propone, que es ofrecer una visión definitiva del monumental legado de Poitier, y sin duda hará que el público sienta más curiosidad por los aspectos menos discutidos de la gigantesca carrera de Poitier, como su giro más idiosincrásico en la dirección de películas de comedia. Esperemos que Hollywood ofrezca más oportunidades para desentrañar su fascinante vida.