‘Close’, una película devastadora sobre la juventud homosexual, hace llorar al público en Cannes

CerrarClose, la nueva película de Lukas Dhont tras su prometedor pero algo insensible (y controvertido) debut, Chica, el director belga alcanza otro nivel en su cine, mostrando su inmaculada dirección de actores, su extraordinario oído para los diálogos naturalistas que parecen estar cogidos al vuelo y, sobre todo, una profunda agudeza emocional. Se aconseja a los lectores que tengan en cuenta que este crítico vio y escuchó la mayor parte de esta película a través de una niebla de lágrimas impotentes y sobre el sonido de sus propios sollozos desgarradores.

Se ha puesto de moda decir que lo particular hace que las historias sean universales; que cualquiera puede relacionarse con cualquier cosa. Esto puede ser cierto hasta cierto punto, pero Cerrar hablará con mayor eficacia a cualquiera que haya tenido que aguantar una verdad sobre sí mismo; el dolor de lo que no se dice, y aparentemente no puede decirse, por los dos jóvenes colegiales en el corazón de esta película, es devastador para cualquiera que tenga experiencia personal de ello. En otras palabras, aunque apenas se aluda a ello, Dhont ha realizado una película que aborda la homosexualidad desde un ángulo radicalmente nuevo, totalmente inocente y no sexualizado.

Al principio de la película, se nos presenta una relación de una ternura desgarradora entre dos niños de once o doce años, que parece ir más allá de la simple amistad, en el ámbito de la hermandad o la simbiosis. Estos niños, captados por Dhont mientras corretean bajo la exquisita luz moteada del final del verano, con sus pequeños miembros agitados, su pelo enmarañado y sus voces agudas, se muestran conmovedoramente despreocupados el uno por el otro, en su fraseo encantadoramente arqueado y precoz; en su intimidad física; en sus miradas que parecen casi coquetas por la forma en que buscan y obtienen constantemente una respuesta. Comprendemos el consuelo y el estímulo que deben suponer el uno para el otro. Dhont es demasiado delicado para decirlo, pero el público percibe muy claramente la diferencia de estos niños a partir de pequeños significantes: por ejemplo, la forma igualitaria en que Leo (Eden Dambrine) se dirige a la madre de Remi (Gustav De Waele); o la afirmación dulcemente solidaria que Leo da a su amigo menos seguro de sí mismo.

Esta diferencia se pone de manifiesto con más fuerza cuando los dos chicos empiezan juntos un nuevo curso escolar y su diferencia con otros chicos es observada por otros niños, lo que hace que los chicos, avergonzados por esta observación, se peleen y se vayan por caminos distintos. Este es sólo el primero de los muchos sinsabores de la película. Es muy interesante ver las interpretaciones que Dhont es capaz de sacar de su reparto, el control total que debe tener como director: la primera prueba de ello es una escena en la que Remi, totalmente humillado por un desprecio de su querido amigo, llora lágrimas calientes que simplemente caen de sus ojos en la mesa del desayuno, mientras murmura que le duele el estómago. La dulzura y la abierta vulnerabilidad de De Waele contrastan magníficamente con el más sereno Dambrine, cuyo rostro agradablemente inexpresivo se convierte a veces en una máscara inescrutable mientras lucha por mantener el control de sus sentimientos.

Mencionar mucho más de la historia requeriría entrar en el territorio de los spoilers, pero sería justo decir que la película se inclina hacia la tragedia relativamente pronto, y la segunda mitad de la película está ocupada por la historia de tener que lidiar con esa devastación. Algunos han considerado que Dhont es manipulador en su forma de contar esta historia, tocando todos los botones emocionales imaginables. Yo sólo puedo decir que todo me pareció vívido y honesto, de la forma en que la vida a veces compone los horrores con más de lo mismo.

A lo largo de toda la película, el guión de Dhont es impecable; en particular, además de los diálogos que evitan los tópicos y las obviedades, hay una exquisita presagio en la primera mitad, que se va encajando a medida que se desarrolla el resto de la película. La fotografía es discreta en todo momento, al servicio de la trama más que de la exhibición, aunque Dhont consigue captar con gran naturalismo la piel de porcelana y la intensa actividad de la vida cotidiana a esa edad, así como la radiante belleza de la cosecha en una granja de flores. Como en Chicael director se muestra inmensamente hábil a la hora de captar las complejas dinámicas familiares sin aspavientos ni falsedades; sorprendentemente, en esta película casi no hay conflictos abiertos, sólo una carga tácita profundamente agitada. Eso significa que, en una escena en la que un personaje le dice a otro “me gusta tu pelo” en lugar de “hola”, nos sentimos destrozados de nuevo porque comprendemos el enorme peso de las palabras; cómo algo tan sencillo como “hola” es demasiado difícil de pronunciar, y cómo el cumplido elude lo que debe decirse.

“Algunoshan encontrado a Dhont manipulador en la forma en que cuenta esta narración, tocando todos los botones emocionales imaginables. Sólo puedo decir que todo lo que hay aquí me pareció vívido y honesto, de la forma en que la vida a veces compone los horrores con más de lo mismo.”

Cerrar es una película de una fuerza emocional a menudo asombrosa que no teme golpear un poco a su público. Hay tanta energía aquí, tanta claridad en la construcción, que ve la película delineada en capítulos discretos, con hermosos motivos recurrentes: por ejemplo, la forma tierna en que Leo duerme al lado de su amigo y lo observa, que luego se replica con menos éxito con otro amigo con el que no puede crear un vínculo similar, y con el hermano de Leo, lo que le permite un contacto desesperadamente necesario. Los motivos recurrentes de la comida, de la siembra y de la cosecha, del patinaje sobre hielo y de las peleas, dan mucho peso a esta narración, por lo demás ligera, cuya aparente sencillez es quizá su mayor baza.

El acto de crecer representado en el corazón de Cerrar-ese momento desesperado en el que los niños pasan de la alegría y la inocencia al conocimiento y la vergüenza- agrava el dolor aplastante de la experiencia queer, que lo que a otros se les permite simplemente pasar debe ser expresado por ti en un lenguaje que no es el tuyo. Muy apropiado, Cerrar se despide con una hermosa escena de silencio prolongado.

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