Barack Obama quiere que veas esta película desgarradora
Tras su estancia en Europa para el thriller de 2018 Todos lo saben con Penélope Cruz y Javier Bardem, el célebre director Asghar Farhadi vuelve a su tierra natal con Un héroe, otro agudo drama social-realista sobre la enmarañada vida iraní contemporánea. La historia de un hombre encarcelado que intenta abrirse camino hacia la libertad, metiendo en problemas a casi todos los que están en su órbita, es una perspicaz obra moral sobre la complicada naturaleza de la nobleza y el engaño, aunque algunos problemas narrativos le impidan alcanzar el nivel de sus anteriores películas. Una separación y El pasado.
La candidatura iraní al mejor largometraje internacional en la próxima 94ª edición de los premios de la Academia, Un héroe (7 de enero en los cines y 21 de enero en Amazon, tras una breve carrera de clasificación para los premios) trata de Rahim (Amir Jadidi), que ha estado encarcelado durante tres años por no haber devuelto un importante préstamo a su acreedor Bahram (Mohsen Tanabandeh). Al principio de la película, Rahim sale de la cárcel con un permiso de dos días y se reúne con su novia Farkhondeh (Sahar Goldust), que acaba de encontrar una bolsa perdida en una parada de autobús que contiene una colección de monedas de oro. Juntos intentan vender esas monedas a cambio de dinero que Rahim puede utilizar para saldar una parte de su deuda con Bahram. Sin embargo, cuando les ofrecen mucho menos de lo que esperaban en un principio, idean un plan alternativo: publicar folletos por toda la ciudad sobre la bolsa perdida con la esperanza de que el propietario se ponga en contacto y que Rahim se gane una publicidad positiva que convenza a Bahram de perdonar su factura pendiente.
Al principio, esta buena acción queda impune, y Rahim recibe los elogios de los funcionarios de la prisión después de que su hermana Mali (Maryam Shahdaei) entregue el bolso a una mujer que responde al anuncio de Rahim, y que había estado ocultando el oro a su marido por si alguna vez lo necesitaba en caso de emergencia. Una aparición en televisión promocionando el acto desinteresado de Rahim ayuda a su causa, convenciendo a un consejo de caridad para que recaude fondos en su nombre con el fin de satisfacer las demandas de Bahram. Sin embargo, desde el principio empiezan a surgir grietas en este plan, como cuando Rahim afirma en público (por consejo de sus carceleros) que fue él quien encontró la bolsa y no Farkhondeh. Además, Bahram simplemente no confía en Rahim, cuya irresponsabilidad original le costó al empresario no sólo el dinero que le había prestado, sino la dote que había ahorrado para su hija. Independientemente de la evolución del sentimiento popular, Bahram se niega a ser etiquetado como el malo de la película por querer lo que se le debe. Además, incluso una vez que accede (temporalmente) a liberar a Rahim, comienzan a propagarse crecientes rumores en las redes sociales, tanto sobre los funcionarios de prisiones que inventan esta historia para distraer la atención de otra crisis, como sobre la falta de honor de Rahim.
En este último caso, las sospechas son en cierto modo válidas. Rahim ha devuelto legítimamente los bienes perdidos y ha mentido sobre sus motivaciones, y su posterior decisión de sacar a su hijo tartamudo Siavash como medio de obtener más simpatía le convierte en un individuo poco loable. La cámara de Farhadi sigue a Rahim mientras se desplaza de un lugar a otro para tratar de sostener su ficción, evocando a menudo con sutileza las circunstancias de su protagonista a través de composiciones que lo espían a través de barrotes y alambradas, o en puertas estrechas. Al mismo tiempo, el director no emplea música, lo que amplifica la inmediatez de su retrato sin adornos de la situación de Rahim, en la que las intenciones egoístas se logran a través de acciones virtuosas y, en consecuencia, engendran situaciones complicadas que requieren aún más duplicidad.
Rahim no es ni un villano ni un inocente agraviado, y Un héroe se sitúa en el alborotado terreno intermedio que ha creado para sí mismo. Ese espacio se vuelve más incómodo cuando, habiendo aparentemente limpiado su nombre, Rahim se esfuerza por conseguir un trabajo que le ayude a asegurar los pagos a Bahram, sólo para descubrir que su potencial empleador quiere pruebas de la cuenta de Rahim. Proporcionar esas pruebas resulta imposible cuando no se puede contactar con el propietario de la bolsa, y la respuesta de Rahim a este estado de cosas enturbia aún más un dilema ya de por sí caótico. La respuesta de Rahim a esta situación enturbia aún más el ya de por sí caótico dilema, al igual que el posterior enfrentamiento entre Rahim y Bahram, que vuelve a poner en entredicho la reputación del primero y le obliga a cometer errores de los que no puede librarse fácilmente.
El calvario de Rahim es un caso de estudio de las zonas grises de la moral, donde nadie es condenable ni intachable, y Un héroe navega por su paisaje temático con una discreta incisividad. Casi todos los que tienen algo que ver con Rahimse convierte en una víctima de daños colaterales, desde Farkhondeh y Siavash hasta los miembros del consejo y los funcionarios de la prisión que -por razones tanto interesadas como altruistas- han ayudado a promover la versión de los hechos de Rahim, y ahora quieren minimizar las repercusiones de su posible exposición como fraude. Sin embargo, la película tropieza con un guion algo chirriante al final. La decisión de Rahim de tomarse literalmente la justicia por su mano resulta un poco artificiosa, al igual que la consiguiente trama de cuasi chantaje.
Más apremiante aún es la falta general de suspense, que se debe tanto a la reservada narrativa de Farhadi (que nunca llega a un crescendo necesario) como al hecho de que es difícil deshacerse de la sombra de Rahim y, por lo tanto, neutraliza la simpatía por su situación, sin importar que sea tanto el resultado de la cruel mano del destino como un reflejo de su carácter. No obstante, el hecho de que sintamos tanto por Rahim como lo hacemos es un testimonio de la actuación de Jadidi, cuyo rostro atormentado y ojos tristes desprenden una preocupación genuina no sólo por su propio bienestar, sino por Farkhondeh y, en particular, por Siavash, cuya explotación finalmente no puede tolerar. En ese rechazo definitivo a tratar a su hijo como un mero peón en un juego que está desesperado por ganar, y a aceptar la responsabilidad de su propia fortuna, Rahim exhibe la decencia que antes ha afectado a tantos y permite Un héroe localizar una verdadera medida de heroísmo admirable.