La frase “película de Sundance” se utiliza como peyorativo para describir una película modesta con una mezcla reconocible de melancolía y extravagancia en la que los personajes tienden a descubrirse a sí mismos en aproximadamente 90 minutos. Una pequeña oración, que se estrenó el lunes en el festival, encaja perfectamente en esa caracterización reductora, pero es capaz de ablandar hasta el corazón más duro. Es el tipo adecuado de película de Sundance, en la que lo poco que está en juego produce grandes recompensas emocionales.
Una pequeña oraciónEl análogo más cercano de ‘A Little Prayer’ es otro prototipo de Sundance que merece la pena: Junebug, la encantadora película de 2005 que aceleró la carrera de Amy Adams. Ambas películas comparten guionista, Angus MacLachlan, que es un observador imparcial de las pequeñas ciudades y de sus habitantes. MacLachlan también dirigió ésta, y ahora que Sony Pictures Classics la ha adquirido para su estreno en cines, Una pequeña plegaria está a punto de convertirse en uno de los grandes éxitos indie de 2023.
Junebug y Una pequeña oración comparten algo más que similitudes superficiales. Están ambientadas en Carolina del Norte, donde vive MacLachlan, y presentan a mujeres optimistas que viven con los padres de sus maridos con problemas. En este caso, Jane Levy se mete en la piel de Adams. Los llena extraordinariamente bien, aunque con una sonrisa que no es bastante tan alegre. El La Extraordinaria Lista de Reproducción de Zoey estrella retrata a una dulzura sureña llamada Tammy, a la que se ve por primera vez despertándose junto a un compañero (Dickinsonde Dickinson Will Pullen) cuyo afecto físico contradice el hecho de que él todavía está completamente vestido, habiendo tropezado presumiblemente en la cama a alguna hora profana después de Dios sabe qué.
El vínculo más estrecho de Tammy no es con su cónyuge, David. Es con su madre, Venida (Celia Weston, otra Junebug alumbre), y sobre todo con su atento padre, Bill (David Strathairn). Son su familia sustituta. Si su matrimonio se desmorona, se arriesga a perderlos también a ellos, una causalidad que pondría patas arriba la cómoda vida que Tammy ha construido. A las películas les encanta retratar a los suegros como plagas (y a veces lo son), pero Una pequeña oración encuentra resonancia en el profundo vínculo que puede formarse entre las pocas personas que comprenden íntimamente las complejidades de un ser querido. A medida que MacLachlan va aportando detalles sobre el pasado de David -es un veterano con tendencias alcohólicas-, la conexión de Tammy con sus padres parece cada vez más sólida.
Es mejor no desvelar algunos matices de los problemas de David y Tammy, pero la principal cuña que los separa tiene que ver con la aventura que David tiene con una compañera de trabajo (Dascha Polanco) en la empresa metalúrgica de su padre. Cuando Bill se entera de la aventura, quiere proteger a Tammy. “Enderézate y vuela derecho”, le ordena a David, consciente de que las indiscreciones de su hijo podrían costarle la nuera que tanto aprecia.
Una de las decisiones más sabias de MacLachlan es mantener a David a distancia, no porque sea totalmente antipático, sino porque hay menos en juego. David conserva a su familia por mucho que la cague, mientras que Tammy tendrá que encontrar un nuevo sistema de apoyo si se separan. A Little Prayer no trata tanto del conflicto como de la forma en que éste se extiende y cambia el tejido de múltiples relaciones simultáneamente.
Para que no piensen que estamos ante un melodrama adusto, sepan que Una pequeña oración es encantadora, contenida y, a menudo, bastante divertida. Ese es el toque MacLachlan. Como hizo en Junebugy la poco vista de 2017 Acres abundantes disponiblesMacLachlan escribe personajes creíbles, almas cotidianas de clase media que capean el paso del tiempo. Puede que sea uno de los cineastas más infravalorados de la actualidad. El tono que capta aquí se complementa con la exuberante fotografía de Scott Miller y la suave partitura de Greg Danner.
Hay algo más que ocurre en la periferia, concretamente en relación con la petulante hermana de David (una divertidísima Anna Camp), que ha vuelto a casa en medio de su propia confusión doméstica. Felizmente, ninguno de Una pequeña oraciónse envuelve con la simplicidad que puede ganarse el reproche de “película de Sundance”. Levy, Strathairn y Weston realizan un trabajo que epitomiza su carrera, captando tanto lo que no se dice como los diálogos. Se trata de personajes y actores que entienden que el desamor no es más que un hecho de la vida, incluso -especialmente- cuando se está rodeado de los seres queridos.
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